Lo que mi gato me enseñó sobre los límites (y por qué debes ser firme)

klaus-gato

(Atención: metáfora alert)

​Si tú también eres amante de los gatos, sabrás enseguida de lo que hablo.

Son espíritus libres, no les gusta que les digan lo que tienen que hacer.

Pero también adoran que les hagas caso, les des cariño y juegues con ellos.

A mi gato Klaus le recogimos de la calle siendo muy pequeñito. Como tiene varias malformaciones, su madre le abandonó y el pobre no pudo aprender a relacionarse adecuadamente, así que tenía muchas carencias afectivas. Además de ser especialmente mimoso, es cabezota y persistente.

Cuando se empecina con algo, no para (aunque afortunadamente esto se ha ido suavizando con la educación y el tiempo). Si quería que le hicieras caso, se ponía a hacer trastadas para llamar tu atención.

 

Se subía a la estantería y se apoyaba suavemente en la lámpara, mirando a ver cómo reaccionabas. Si seguías a lo tuyo, la empujaba un poquito más, un poquito más… hasta que la volcaba.

Según su criterio, los jarrones están mucho mejor en el suelo. Y no es necesario que las plantas tengan tanta tierra, el sofá la necesita más.

 

Al principio he de reconocer que me estresaba bastante, porque era muy dependiente y demandante este pequeñajo. En ocasiones me vi reaccionando bruscamente en cuanto se acercaba al estante, gritándole: “Tseeeeeehhhh, noooo!!” A veces incluso le bajé de un empujón.

Luego me daba pena y me sentía culpable, así que le compensaba con caricias y chuches (lo que reforzaba más aún su comportamiento).

A pesar de haber sido mother of cats anteriormente, me vi desesperada, buscando consejos y tutoriales sobre cómo manejar la situación.

¿Y sabes qué?

Que con paciencia y perseverancia, acaba funcionando.

Pero hay que hacerlo bien.

Y como puedes imaginar, no te cuento esto para desahogar mis dramas gatunos, sino como analogía de lo que nos pasa con el resto de humanos.

Muchas personas van testando los límites ajenos, para ver hasta dónde pueden llegar, para conseguir lo que quieren, para salirse con la suya, para ver lo que está permitido y lo que no en vuestra relación, e incluso también para recibir atención y cariño.

Quizás no entren en tu casa y se pongan a morderte los geranios, pero igualmente te van poniendo a prueba para ver cómo reaccionas en situaciones cotidianas.

Y si tú también eres blandito, no te gusta que la gente lo pase mal, te cuesta decir que no y tiendes a sacrificarte por el bienestar ajeno… es posible que acabes con relaciones abusivas.

He estado hablando de ello estos días en instagram, incluso hice un vídeo aclaratorio, porque estos consejos no son para todo el mundo.

Lo importante de los límites es que seas firme y coherente con ellos.

 

Si le transmites a Klaus que no puede subirse a la encimera, debe ser así cada día que lo intente. Porque si hoy no le dejas, pero el martes sí… pues le vuelves loco, no entiende nada y al final no te respeta.

 

Y ser firme no significa ser brusco ni agresivo. Simplemente es ser consistente y respetuoso (contigo mismo y con el otro).

Tampoco significa que seas egoísta ni radical. Puedes negociar con los demás, sentando tus normas.

 

No te dejo que metas la cabeza en el plato mientras como, Klaus, pero te doy miguitas de pan en el suelo, cuando acabe mi bocata.

No le dejas el coche todos los días por sistema a Pepe, que se está malacostumbrando. Pero sí el domingo por la tarde, cuando no lo vayas a utilizar. Y le pides por favor que te lo devuelva en el mismo estado en el que se lo dejaste: limpio y con el depósito de gasolina lleno.

No te vas a quedar todos los días dos horas extra en el trabajo por costumbre. Pero quizás sí puedas salir un poco más tarde durante esta semana, que hay un pico de trabajo fuerte.

 

Esta forma de marcar límites en las relaciones es la que más me gusta. Siendo flexible pero coherente. Sintiéndote en control de la situación, a la vez que honras esa imagen tuya de persona generosa, pero que se cuida y se auto-respeta.

Un consejo muy efectivo es utlizar la empatía. Hacerle ver al otro por qué no vas a ceder.

 

En el caso de los gatos, te recomiendan hacer como que lloras cuando hacen alguna travesura, así entienden que eso te hace daño y que no está bien. Esto normalmente lo aprenden mediante el juego con sus hermanos, cuando se pelean entre sí.

Evidentemente con Pepe no te vas a poner en plan “aaaainnn aaaaaiiin” cada vez que te coge sin permiso las llaves del coche, pero sí puedes explicarle por qué es importante para ti que respete tu propiedad privada.

 

 

Recuerda que tus relaciones tienen un gran poder sobre tu autoestima. Y que enseñas a los demás cómo deben tratarte a través de lo que permites, lo que bloqueas y lo que fomentas.

Así que te invito a seguirme en Instagram para ver estos consejos y muchos más. Además de vez en cuando verás a mi Quasimodo peludo durmiendo y jugando.

¡Que tengas buen día!

Ainoa

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