Ser asertivo y decir lo que te ha molestado, comunicándote de forma elegante, adecuada, sin alterarte, sin atacar al otro, sin sacar temas sin resolver del pasado,…
¡Puede resultar realmente complicado a veces!
El arte de enfadarse bien
“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente no resulta tan sencillo” – Aristóteles.
Y es que enfadarse bien, ¡es todo un arte! O mejor dicho, una habilidad que podemos -y debemos- aprender y mejorar diariamente.
Gestionar bien nuestra ira, no huir de los conflictos, expresar lo que pensamos, sentimos y necesitamos, marcar límites con los demás y pedir lo que queremos, son decisiones.
Decisiones que no sólo nos hacen reafirmarnos personalmente, sino que además aumentan nuestra autoestima y confianza personal, y permiten a los demás conocer nuestro mundo interno.
Les damos información de cómo pensamos y sentimos. Lo que facilita -si somos capaces de expresarlo bien- que nos entendamos, que lleguemos a acuerdos y que las relaciones sean más satisfactorias.
Por eso la asertividad y la comunicación vinculativa o no violenta, van de la mano y son fundamentales para relacionarnos bien.
¡No es casualidad que sean de los temas que más trabajo en mis sesiones!
Porque a veces tendemos a callarnos, aguantar lo que nos molesta para no crear mal ambiente o por miedo a que los demás dejen de querernos.
Pero la paciencia tiene un límite.
Así que después de un tiempo reprimiendo tus enfados, es normal que te salga el “Godzilla” que llevas dentro, y te pongas algo agresivo.
El problema es la culpabilidad que te entra después, tras verte fuera de control, siendo brusco y reclamando lo que no supiste pedir en su momento.
Los demás se sorprenden de tu actitud pasivo-agresiva, porque como no tenían datos de todo eso que venías acumulando, no sabían cómo te sentías, y lógicamente, no podían cambiar su comportamiento.
Así que al final quedas de loco.
Cuando lo que te pasa es que tienes actitudes pasivo-agresivas.
Y es importante que regules cuanto antes estas tendencias, porque la culpabilidad de haberte visto actuando de un modo que no te gusta, hace que cada vez tengas más miedo de tu propia agresividad, y que reprimas más aún tu ira, añadiendo más tensión y malestar.
El objetivo final
Así que vamos a ver cómo expresar bien tu mundo interno, para solucionar mejor tus conflictos, haciéndole entender de forma respetuosa al otro tus necesidades o deseos.
Pero antes de nada, recuerda que las relaciones tienen que ser equilibradas y mutuas.
Debe haber un beneficio común, y que todos los miembros que integran esa relación aporten y reciban en la misma proporción.
Y ese objetivo final es el que debes tener en mente, siempre que haya un conflicto.
Así, aunque estés enfadado, has de recordar que lo que quieres es estar bien, en paz. Necesitáis entenderos mejor, salvar este obstáculo para que la relación avance.
Quizás tu objetivo individual -egoísta e inmediato- sea llevar la razón y que el otro te pida perdón.
¡Y por supuesto que está bien que defiendas ese objetivo, que no te dejes pisar! Eso sí, recuerda hacerlo con la energía adecuada, sin arrollar a nadie y teniendo en mente ese objetivo mayor del bienestar mutuo.
También a veces es bueno trabajarnos el Ego, y saber librar las batallas adecuadas. No podemos pretender llevar siempre la razón y no dejar pasar ni una. Porque ni siempre estaremos en lo cierto, ni somos más que nadie para quedar siempre por encima de los otros.
Manejar tus conflictos en 8 pasos
Para que tus roces sean más constructivos y no te alejen de los demás, es importante que trates de enfrentar calmadamente tus conflictos, centrándote en buscar un final beneficioso para todos.
Comunicándote de manera honesta y respetuosa; escuchando y comprendiendo los motivos y sentimientos ajenos.
Aceptando humildemente aquello en lo que te hayas equivocado y pidiendo perdón (por el error y por haber hecho sentirse mal al otro, si procede).
Buscando un acuerdo, una negociación bilateral y actuando en base a ello, de forma coherente y comprometida.
En resumen:
1. CÁLMATE
Procura respirar profundamente y mantener la calma. Necesitas enfriar tu mente antes de nada.
2. AFRONTA EL PROBLEMA SIN HUIR
Encárgate de tus asuntos, no evites las conversaciones difíciles. Si aprendes a defenderte y a dialogar calmadamente, siendo dueño de tus reacciones, empezarás a confiar en ti y a sentir que llevas el control de la situaciones y de tus emociones.
3. BUSCA SOLUCIONES, NO CULPABLES
Aquí lo importante es avanzar, evitar volver a cometer el mismo error y salir adelante reforzados. Señalar la culpa del otro sólo le pone a la defensiva y hace que se cierre en banda.
Si solucionáis bien el problema, de forma pacífica y constructiva, después podréis tratar de evaluar qué responsabilidad ha tenido cada uno, y hacer un examen de conciencia para evitar caer de nuevo con la misma piedra.
4. DI LO QUE TE MOLESTA
Pero desde el respeto, la calma, y sin atacar ni manipular al otro. Simplemente con la intención de que te comprenda mejor y empatice con tus emociones.
5. ESCUCHA ATENTAMENTE
Igual que quieres que te tengan en cuenta, te valoren y comprendan tus motivos y sentimientos, lo mismo debes hacer tú con los demás. Así que es fundamental darle el espacio, la atención y el cariño con el que tú quieres ser tratado.
Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo. – Mahatma Gandhi-
6. ACEPTA TUS ERRORES
La humildad es fundamental, y hará que el otro se de cuenta de que vienes en son de paz, buscando mejorar la situación.
7. PACTA ACUERDOS
Llegar a un punto medio (como veremos más adelante)
8. ACTÚA CON COMPROMISO
No hagas leña del árbol caído. Suelta tu enfado, evita el rencor y resentimientos. Elige ser feliz y resolver tus asuntos.
Vamos a ver ahora cómo comunicarte mejor para resolver tus conflictos:
COMUNICACIÓN ASERTIVA
En cualquier caso, para resolver un conflicto y ser asertivo, siempre será bueno utilizar la comunicación vinculativa o no violenta. Esa forma de expresarnos respetuosa y asertivamente, teniendo en cuenta a los demás y enfocándonos en la solución.
Así que los pasos anteriores que hemos visto, se condensaría en estos 4 puntos:
1. Habladlo
Debemos dejar de huir de los conflictos, evitar lanzar indirectas, puyas, sarcasmos, ironías,…
Hemos de tener claro lo que queremos decir, y hablarlo directamente con la persona.
Si puede ser, siempre será mejor hacerlo en persona, buscando un sitio neutro donde reuniros, que sea agradable, tranquilo y sin elementos estresores (como ruido, personas, etc).
Procura avisarle antes, para que sepa que quieres hablar y solucionar el problema. Así acudirá con la actitud adecuada y sin prisas.
2. Afronta el problema
Hazte cargo de tus emociones. Aunque el otro haya dicho o hecho algo molesto, la realidad es neutra. Es nuestra interpretación de los hechos la que hace que nos alteremos.
Quizás ese hecho no le hubiera afectado igual a otra persona.
En cualquier caso, tus emociones son tuyas, tienes derecho a tenerlas y a expresarlas respetuosamente, para que tu interlocutor tenga información y pueda comprenderte.
Y para facilitar que lo haga (sin que se sienta atacado u ofendido) será bueno expresarlo con este esquema:
“Me dolió, me molestó, me sentí…”
Y a continuación tratar de exponer lo que detonó tu malestar, de una forma lo más descriptiva posible.
Así, por ejemplo, en lugar de decir: “Me pone enferma que siempre llegues tarde a todas partes, eres un desastre, no se puede confiar en ti”
(Que si dijéramos eso, estaríamos siendo muy agresivos, además de generalizar su comportamiento y colgarle etiquetas que lo único que favorecen es la profecía autocumplida. Es decir, que siga llegando tarde cada vez que quedéis, porque ya le has catalogado de “tardón” y eso es lo que se espera de él).
Mejor será entonces describir de forma objetiva y neutra el hecho, y explicar por qué te ha molestado, hacerle entender tus motivos:
“Habíamos quedado a las 6 y has llegado a las 6:20. No me gusta que me hagan esperar, porque valoro mucho mi tiempo y me resulta una falta de respeto que no me avisen del retraso”
Como ves, aquí te encargas de tu malestar. No es que el otro sea malo, sino que a ti no te gusta que te hagan eso. Estás marcando un límite asertivo.
3. Escucha y comprende
Se trata de un diálogo, tienes que escuchar atentamente a tu interlocutor con todos los sentidos, estando pendiente de su lenguaje no verbal también.
Trata de comprender sus motivos, y házselo saber para que se quede tranquilo y se sienta tenido en cuenta.
¡Ojo! Esto no significa que eches por tierra tus argumentos ni dejes de defender tus intereses. Sólo se trata de ser educado y empático.
“Sí, comprendo que en la ciudad hay mucho atasco y que estás a tope en la oficina. Sé que no has llegado tarde a posta.”
4. Llega a un acuerdo
Como hemos visto, se trata de que la relación mejore y lleguéis a un punto medio que os beneficie a ambos. Así que será bueno hacer una negociación, proponer soluciones.
“¿Qué te parece si la próxima vez que veas que te vas a retrasar, me avisas en cuanto lo sepas, así yo te espero en la cafetería más cercana leyendo y tomándome un café? Así tú llegas sin agobios, yo no me enfado y te espero calentita aprovechando el tiempo.”
¿Te gustaría mejorar?
Si tienes dificultades al comunicar lo que te molesta y tiendes a ser pasivo-agresivo, te recomiendo que empieces a trabajártelo cuanto antes, para evitar el daño que esto trae a tu autoestima y a tus relaciones.
Como hemos visto, nadie nace sabiendo a comunicarse asertivamente.
Es una habilidad que debemos practicar atentamente y en cada oportunidad que tengamos.
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