¿Te sientes cansada todo el tiempo, te duelen las articulaciones o tienes problemas digestivos que no terminan de resolverse?
¿Eres de las que lo sienten todo intensamente… y también lo somatizan todo intensamente?
Si eres una persona altamente sensible (PAS), este artículo es para ti.
Aqui debajo tienes el vídeo del directo que compartí con Ana María Fernández Elster, fisioterapeuta, coach y mentora de mujeres valientes que viven con enfermedades autoinmunes y han decidido no rendirse.
Hablamos de muchas cosas importantes, pero en este artículo quiero detenerme en lo esencial: cómo puedes empezar a escucharte, comprenderte y cuidarte de verdad.
¿Qué tienen que ver la alta sensibilidad y las enfermedades autoinmunes?
Cada vez somos más quienes empezamos a entender que lo emocional y lo físico no van por caminos separados. En las personas altamente sensibles, el sistema nervioso se activa más rápido, más intensamente y durante más tiempo. Y eso tiene consecuencias.
Cuando vives en alerta constante, en modo supervivencia, tu cuerpo lo nota.
Cuando tragas emociones sin digerir, tu sistema inmunológico se confunde.
Cuando estás siempre disponible para todo el mundo… y tú quedas para lo último, tu energía se agota.
Y así, poco a poco, sin que te des cuenta, tu cuerpo empieza a hablar:
con fatiga crónica, inflamación, niebla mental, trastornos digestivos, caída del cabello, cambios hormonales…
O incluso con un diagnóstico de autoinmunidad.
Señales tempranas de una posible enfermedad autoinmune
Detenerte a tiempo puede marcar la diferencia. Aquí van algunas señales que conviene observar con atención:
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Te sientes agotada incluso después de dormir
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Tu digestión está alterada (hinchazón, gases, intolerancias)
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Dolor muscular o articular sin motivo aparente
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Cambios en la piel, caída del cabello
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Reacciones inflamatorias frecuentes (infecciones, fiebre leve)
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Ansiedad constante, insomnio, cambios de humor
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Menstruaciones irregulares o más dolorosas de lo habitual
Lo importante aquí no es obsesionarte con cada síntoma, sino aprender a escucharte con honestidad.
¿Tu cuerpo lleva tiempo pidiéndote que frenes, pero sigues apretando el acelerador?
Validar lo que sientes también es sanarte
Quizás has aprendido a minimizar lo que te pasa: “Será el estrés”, “Es que soy muy sensible”, “Estoy exagerando”.
Pero lo cierto es que cada emoción que no expresas se queda en tu cuerpo como un pequeño peso. Y la acumulación de esos pesos puede convertirse en una carga física real.
Llorar no es debilidad.
Necesitar descanso no es pereza.
Poner límites no es egoísmo.
Reconocer y validar lo que sientes es un acto de autocuidado. Y también una forma muy poderosa de empezar a desinflamarte por dentro.
No eres tu enfermedad. Pero tampoco tienes que ignorarla.
La clave está en el equilibrio.
Ni negarla, ni convertirla en tu identidad.
Eres mucho más que un diagnóstico. Pero si ese diagnóstico ha llegado a tu vida, tiene algo que mostrarte.
Quizás es hora de revisar tus ritmos.
De dejar de exigirte tanto.
De priorizar lo que te nutre (de verdad).
Tu cuerpo no te está castigando. Está intentando protegerte.
Está gritando lo que quizás tú no te has atrevido a decir en voz alta.
Salir del victimismo: el primer paso hacia tu bienestar
Puede doler. Puede dar rabia. Y es normal.
Pero después de ese primer impacto, puedes elegir.
Quedarte en la queja o tomar las riendas.
No se trata de curarte mágicamente.
Se trata de recuperar poder personal, responsabilidad y compromiso con tu salud.
Pequeños cambios sostenidos en el tiempo pueden marcar una gran diferencia:
✨ Cambiar tu alimentación sin obsesiones
✨ Aprender a calmar tu sistema nervioso
✨ Establecer límites saludables
✨ Dormir mejor
✨ Decir más veces “no” sin culpa
No estás sola en este camino. Hay herramientas, acompañamiento y también comunidad. El primer paso es decidir que mereces estar bien.
Si crees que este artículo (o el vídeo) puede ayudar a otra persona que está pasando por algo parecido, compártelo. Las redes también pueden ser refugio y medicina.
Te mando un abrazo y mucha fuerza,
Ainoa
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