Muchas veces somos reticentes a acudir a un profesional que nos ayude con nuestras dificultades emocionales.
Decimos cosas como “yo es que no creo en (el coaching, la psicología, etc)“, “yo no tengo problemas, sois los demás los que os empeñáis en ver cosas donde no las hay”, “lo mío me lo soluciono yo solito”, “no es tan grave, ya se me pasará“, etc.
En el fondo lo que sucede es que tenemos un miedo atroz a enfrentarnos a nuestros fantasmas.
A que “nos descubran algo”, miedo a destapar la caja de Pandora y no saber controlar las consecuencias.
A menudo, es por un orgullo mal entendido que nos impide reconocer que no somos perfectos, y que tenemos dificultades (como todo hijo de vecino).
Los zombies y el jamón
Muchas personas, cuando pasan por una situación dolorosa o sienten una emoción incómoda, tratan de evitarla, enterrarla en lo más profundo de su ser para no sufrir.
Tratan de evadirse, piensan en otras cosas, se mantienen ocupados y evitan tocar ese dolor.
Creen que así se irá solo y que el tiempo les ayudará a sanar las heridas.
¡Pero el tiempo lo único que cura es el jamón!
No se dan cuenta de que así sufrirán el doble. Porque los sentimientos que no gestionamos bien, son como zombies.
Por un tiempo, puedes creer que has conseguido derrotarlos y enterrarlos, que no volverán a darte la lata…
Pero tarde o temprano, acabarán volviendo. Y en una forma mucho más fea e incómoda que al principio. Volverán a perseguirte y a “comerte la cabeza”, no pararán hasta que les hagas caso.
Porque aunque no los hayas «visto», estaban latentes bajo la superficie y se han ido pudriendo con el tiempo.
Por ejemplo, no es raro ver personas que no pasaron de forma adecuada el duelo por la separación de su pareja y meses después les sobreviene todo el estrés, tristeza y dolor que no quisieron enfrentar en su momento.
Prefirieron irse de fiesta, viajar sin parar, salir con otras personas “sustitutas” manteniendo relaciones completamente vacías,… en definitiva, refugiarse en cosas más divertidas que su corazón roto y su soledad.
Pero pasada esta fase de negación y huida del dolor, aflora todo.
Y mucho peor aún.
Porque a esas emociones pasadas, se le unen la culpabilidad, la vergüenza, el remordimiento y el pesar acumulado todo este tiempo.
Además, cuanto más tiempo pasa sin resolverse algo, más vueltas solemos darle a los asuntos. Más se enrarece todo y menos objetivos podemos ser, porque los sentimientos tiñen nuestros recuerdos.
Así que es fácil que el protagonista de nuestro ejemplo no recuerde las cosas negativas que tenía su ex, o los motivos por los que se estropeó la relación. Con esa idealización y confusión emocional, seguramente tienda a echarle de menos y a sentirse más desgraciado y solo que cuando acababan de dejarlo.
Soluciones fáciles
Algunas personas además suelen preferir la salida fácil. Soluciones “indoloras”, que les ayuden a pasar el mal trago rápidamente, y asunto “resuelto” (por el momento).
Por eso se venden tantas píldoras para dormir. Analgésicos para los dolores musculares. Tranquilizantes, alcohol o incluso drogas, que les evaden de sus asuntos y les mantienen alejados de la realidad.
Así no sienten que sean ellos los responsables de sus problemas.
La culpa es de la primavera, que les deja cansados. O del jefe, que les tiene amargados. La cantidad de trabajo, que no les da la vida. O lo sucia que está la casa, lo pesados que son los hijos, o el poco tiempo disponible que tienen para encargarse de sí mismos.
¡Cualquier cosa, excepto ellos!
Así pueden continuar “cómodamente” en su papel de víctimas y seguir lavándose las manos de toda responsabilidad.
Y ojo, que digo “responsabilidad“, no “culpabilidad”.
Porque seguramente la vida les haya traído esta situación injusta, sin haber hecho nada para merecer esto. Pero si no hacen nada por evitarlo o cambiarlo, están renunciando a responsabilizarse de sus asuntos.
[¡¡Atención!! Hay muchas personas que de verdad necesitan tratamiento (físico o psiquiátrico) y las pastillas les hacen mucho bien. No tengo nada en contra, cuando es algo necesario e imprescindible… O cuando se aúna el tratamiento con otras técnicas o terapias que van a la raíz del asunto.]
Me refiero más bien a los demás casos, en los que se opta por la opción fácil, sin buscar otra salida.
Opino que los problemas hay que solucionarlos de raíz. Ser valiente y paciente. Tomar las riendas y confiar sin tirar la toalla.
Porque estos procesos, quizás no sean tan rápidos y cómodos como los efectos de los fármacos… pero los cambios que producen sí te mejoran la vida. Y te hacen genuinamente feliz y capaz de generar tus propios recursos.
Los profesionales estamos aquí para tenderte una mano, no para juzgarte.
Buenas oportunidades
Si algo bueno tienen las dificultades, es que nos sacan de la zona de confort. Nos ayudan a crecer y desarrollar nuestras habilidades y recursos.
“Carreteras rectas no hacen conductores hábiles”
Si estás en esta situación y te sientes tentado a tomar la salida fácil, créeme que te entiendo. Es muy goloso y cuesta resistirse a esa solución inmediata que te hace sentir bien sin apenas esfuerzo.
¡Eres humano y tienes todo el derecho del mundo a querer estar bien cuanto antes!
Pero por favor, no desperdicies esta gran oportunidad, tapando simplemente los síntomas, con esas “soluciones” mágicas e ineficaces. Porque lograrán que te encuentres mejor por un rato (o una temporada) y que te creas que ya se ha resuelto todo.
Pero si no lo trabajas; la causa de tu malestar seguirá estando ahí debajo, simplemente maquillada.
Y volverá a aparecer de nuevo, probablemente con más fuerza si no le haces caso pronto.
¡Toma ya las riendas de tu vida!
Sé que eres capaz, que puedes y que lo vas a conseguir.
¡Ánimo!
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