La primera vez que monté en avión me quedé de piedra al leer la hojita con las “instrucciones de seguridad en caso de accidente”.
¿¡Pero qué monstruo insensible había hecho esa guía!?
Me imaginé la situación vívidamente.
Empiezan las turbulencias.
La luz de emergencia parpadea rápidamente, la gente empieza a agitarse.
Se te sube el estómago a la garganta y rezas todo lo que te sepas.
De pronto se abren las compuertas sobre cada asiento y caen las mascarillas de oxígeno.
Los pasajeros se miran asustados unos a otros.
Se oyen gritos al fondo.
Y tú, que vas con tu retoño al lado (por el cual matarías a bocados a cualquiera que le quisiera hacer daño), tienes que tragarte tu instinto maternal (o paternal) y recordar ponerte tu mascarilla antes de colocarle la suya. Porque es lo que ponía en la dichosa guía.
Sacudí la cabeza pensando que era una aberración que pidieran eso.
Pero la verdad es que tiene todo el sentido del mundo.
Si el avión se despresuriza y asistes primero a tu pequeño, es fácil que no llegues a ponerte tu oxígeno… y pierdas el conocimiento. ¡De poca ayuda le serías convertido en muñeco de trapo!
En cambio, si estás bien (o consciente, al menos), podrás seguir encargándote de tu hijo y ayudarle a ponerse a salvo después.
Ojo ahí.
Que no te están pidiendo que seas egoísta.
No es “quítale la mascarilla a ese renacuajo para tener tú dos y respirar como un rey”.
No.
Lo que te piden es que te cuides, que estés bien, que te mantengas fuerte para ayudar a los demás.
Y en tu día a día quizás no se esté cayendo ningún avión, pero puede que tengas algún problema que consume tu energía (¿quién no los tiene?)
Además si estás aquí, apuesto a que eres tendente a ayudar. A veces incluso por delante de tus propias necesidades o intereses.
No digo que seas el Dalai Lama o Teresa de Calcuta necesariamente, pero seguramente sí proteges a tus seres queridos, o eres servicial o complaciente.
Así que te animo a que recuerdes ponerte el oxígeno y cuidarte mucho para seguir sirviendo de ayuda.
¡Que tengas buen día!
Con cariño,
Ainoa
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