¿Estás siempre insatisfecho?

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¡Cada vez soy más consciente de lo confundidos que estamos en nuestra sociedad!

Nos hemos ido creyendo la gran mentira de que sólo podremos ser felices si está todo bien, si tenemos miles de cosas materiales, si vivimos cómodamente y alcanzamos ciertas metas. 

¡Y ni aún así! Porque entonces estaremos muy preocupados por si nos lo quitan, se estropea o se acaba.

En lugar de estar disfrutando de la suerte que tenemos, nos volvemos neuróticos y ponemos el foco en lo que nos falta, en lo que es -todavía más- mejorable aún, y en lo que podría salir mal…

El negocio de las emociones

Si te das cuenta, las emociones son las que venden. Pocas veces elegimos libre y racionalmente lo que compramos.

Y no hay mejor gancho que la insatisfacción. Ese vacío existencial (que a veces confundimos con aburrimiento) y que tanto se empeña la industria en “ayudarnos” a llenar, con cosas y experiencias.

De ello se encargan disciplinas como el márketing emocional o el neuromárketing.

Por eso mismo, en un simple anuncio de compresas ves a las chicas volando por los aires, con una sonrisa de oreja a oreja, como si les hubiera tocado la lotería con su periodo menstrual.

Porque claro, ponerlas mustias en el sofá, con cara de cansancio y molestia, no vendería tanto…

No es casualidad que en internet proliferen los memes de anuncios de ensalada en los que parece que la lechuga les esté contando un chiste.

ensalada chiste

Pero no son sólo las emociones agradables las que venden. También el miedo, la angustia, la preocupación, el aburrimiento,… de hecho, son casi las que más efecto tienen sobre nosotros.

Los medios de comunicación, la industria de la moda, del cine, de la música (y en general todo el que quiere vender algo) buscan apelar a nuestros sentimientos para que nos cueste menos sacar la billetera.

Y para eso, nada mejor que generarnos necesidades (cada vez más numerosas y complejas)

Nos llenan de inseguridades, de necesidades ficticias, de comparaciones y de insatisfacción, para que consumamos más y más…Una auténtica vorágine de anhelos y deseos, difícil de saciar.

Quieren que sientas que, si compras ese refresco, no estarás bebiendo 330 simples mililitros de agua carbonatada con colorantes y azúcar. No.

Estarás rodeado de amigos, viviendo emociones intensas, riendo sin parar, sintiéndote popular y querido, con una emoción tan intensa que no te cabe en el pecho. Y es que además, si bebes ese refresco, el fiestón durará para siempre. La chispa de la vida, felicidad en lata.

coca cola felicidad

¿Qué ridículo queda así leído verdad?

Claro, y es que tu cerebro consciente sabe que es un engaño. ¡Pero tu parte emocional se lo traga doblado!

No te dejes engañar

No permitas que te líen y termines confundiendo los deseos con necesidades.

Lo único que de verdad necesitas es la comida y el agua para sobrevivir hoy. Todo lo demás, son deseos.

Tenerlo claro nos permitirá vivir más tranquilos, controlando esa insatisfacción personal y dando la importancia justa a cada cosa.

necesidades deseos

 

Felicidad industrializada

A veces me pregunto si no eran más felices nuestros antepasados, o incluso las personas que viven en tribus alejadas del mundo industrializado.

Sí, vivían con muchas menos comodidades… Sí, se conformaban con lo que tenían.

Pero también había menos competitividad entre ellos, más compañerismo y conexión real. Se centraban en el día a día, en la subsistencia y en fomentar una vida sencilla y tranquila.

No sé, quizás nuestra idea actual de felicidad sea más absurda e inalcanzable de lo que creemos.

Es curioso que, a pesar de vivir en el mejor momento de la historia en cuanto a comodidades, abundancia de recursos y de bienes materiales, de educación, información, ocio, de bienestar, seguridad, estabilidad,… A pesar de tenerlo todo, cada vez estamos más neuróticos y deprimidos.

La depresión es una de las grandes pandemias mundiales.

Cada día veo a personas que, teniendo todo lo que objetivamente uno puede necesitar y desear (eso que nos habían prometido que nos llenaría de satisfacción y felicidad), se sienten totalmente vacíos, tristes, apáticos, angustiados…

De hecho, según dicen los expertos, todas las personas pasamos por (al menos) un periodo depresivo leve en nuestra vida (cuando no uno, o varios más severos; cosa cada vez más habitual)

La (auto) exigencia

Muchas de las depresiones, además de por esa permanente insatisfacción, están causadas en gran medida por nuestra -cada vez mayor- auto exigencia y perfeccionismo.

Estamos alcanzando unas cuotas preocupantes de estrés en los países “desarrollados” económicamente.

Muchas personas, a pesar de ser maravillosas, altamente competentes, buenas y generosas, viven (vivimos) con una sensación latente de no ser suficientes. Ese runrún que nos obliga a hacer más, mejor y más rápido. A querer llegar a todo, haciéndolo perfecto y sin descuidar ni un aspecto de nuestra vida.

Las redes sociales fomentan que cada vez compitamos más entre nosotros (“mira a Fulanita qué exitosa, Menganito de viaje en una isla paradisíaca, Frutanito que acaba de actualizar su linkedin porque le han dado un ascenso, la otra que sube fotos de su casa maravillosa, con su perro y sus hijos cuasi perfectos,…”) ¡Es una locura!

taza motivacion mr wonderful

¿Y que me dices de los coaches, psicólogos, terapeutas y profesionales de la motivación? Parecemos obsesionados con que avances y mejores continuamente, saliendo de tu zona de confort y superándote todo el rato. ¡Hasta tus tazas del desayuno te despiertan metiéndote esa presión! 🙂

Exigencia vital

Y por si todo esto fuera poco, nos hemos vuelto hiper exigentes hasta con la vida.

Vivimos tan cómodos (y nos lo curramos tanto), que nos creemos con derecho a que las cosas nunca cambien, a que la vida nos trate siempre bien y a que nuestras relaciones sean de “vivieron felices y comieron perdices para siempre“. Con la pareja, familia y amigos.

Porque así nos lo ha hecho creer Hollywood.

Pero no, no nos basta con tener una situación tranquila y estable. Porque entonces nos quejaremos de que le falta emoción a nuestra vida. Y cuando la cosa está movidita, echamos de menos un poco de calma. ¡Si es que somos incomprensibles!

¡Basta ya de inconformismo!

¿Y si te das cuenta de que no necesitas más?

¿Qué pasaría si empiezas a sentirte feliz y satisfecho con lo que tienes (y eres) ahora mismo?

¿Cómo te sentirías si dejaras de exigir tanto? (a ti mismo, a la vida y a los demás)

 

Nos estamos haciendo adictos al drama y a la diversión extrema. Una peligrosa montaña rusa emocional.

Quizás la vida se trate de estar bien, tranquilos, estables, neutros… Y no tanto de estar sintiendo emociones intensas todo el rato, como tratan de hacernos creer. 

Quizás no nos falte nada.

Quizás sólo nos faltamos nosotros mismos, y sea ese vacío insondable el que nos llena de angustia.

Quizás la solución sea mirar más para adentro y menos para afuera.


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