Felicidad y satisfacción
El otro día estaba en consulta con un cliente, llamémosle José (nombre en clave), que me contaba que, a pesar de tener una vida maravillosa, se sentía inquieto.
José tiene un buen trabajo que le encanta, en el que le tratan muy bien y reconocen su labor. Una pareja fantástica, amigos de los de verdad, una familia unida, y por suerte están todos bastante sanos. Tiene un hogar bonito y cómodo, se siente a gusto en su ciudad, disfruta su tiempo libre y goza de una buena situación económica.
Tiene todo lo que siempre había deseado, pero aún así no es feliz.
“Me siento idiota por estar estar así”, me decía. “Cualquier otro en mi situación estaría tirando cohetes de alegría, lo sé… pero siento que algo me falta… no sé… como que no me termino de creer que me vaya todo tan bien, es demasiado bueno para ser real… Además, seguro que en cuanto me despiste, viene la vida ¡y zasca! me pega un golpe inesperado y me lo quita todo”
Si nos paramos a analizar un poco, veremos lo que puede haber detrás de su malestar:
Miedo
En el ejemplo de José (y de tantas otras personas), en parte hay miedo y desconfianza a perder lo que se tiene.
Un miedo irracional muy habitual (¿a quién no le ha pasado alguna vez?) basado en el dicho popular “todo lo que sube, ha de bajar después”.
¡Y en parte es cierto!
La vida es un ciclo continuo. Al igual que no vamos a tener buena suerte de forma continua, tampoco las situaciones malas durarán toda la vida.
Por eso mismo debemos disfrutar las cosas buenas cuando las tenemos. Y no desesperarnos cuando estemos pasando una mala racha, porque todo está en constante cambio.
Autoprotección
“Es demasiado bueno para ser real”
Cuando pensamos que las cosas son demasiado buenas para ser ciertas, estamos intentando protegernos.
Ese pensamiento evita que idealicemos lo que estamos viviendo, con el objetivo de mantenernos con los pies en la tierra.
Y es que nos da tanto miedo sufrir, que tratamos de anticiparnos a esa posibilidad de perder lo bueno.
¡Como si eso hiciera que, llegado el momento de enfrentar la pérdida, fuera a dolernos menos!
“Seguro que en cuanto me despiste, viene la vida ¡y zasca! me pega un golpe inesperado y me lo quita todo”
Creemos irracionalmente que, si lo tenemos todo controlado y nos preocupamos mucho, sabremos actuar mejor cuando las cosas se pongan feas.
Así que, en parte, ese pensamiento tiene una finalidad positiva.
El problema está en que, cuando el miedo que lo genera es demasiado fuerte, nos desconecta del disfrute y nos llena de ansiedad innecesariamente.
Si te das cuenta, José no estaba viviendo en el presente, sino en el futuro.
Su cabeza se teletransporta continuamente a una situación desoladora, en lugar de darse cuenta de lo que tiene aquí y ahora, que es maravilloso.
Además date cuenta de lo exagerado que es el miedo.
José no se imaginaba una situación un poquito peor (o simplemente diferente) de la que tiene ahora, no. Su peor fantasía era imaginarse sin pareja, sin familia, con problemas en el trabajo,… ¡todo mal!
Desmerecimiento
“No lo merezco”
Otro de los problemas es el sentimiento de desmerecimiento, que puede ser causado por una baja autoestima, y/o por la creencia de que todo lo bueno ha de costarnos un gran esfuerzo (para lograrlo y mantenerlo).
Vivimos en una meritocracia. Sólo valoramos realmente las cosas que son producto de nuestro trabajo, del sudor de nuestra frente.
Parece que la suerte fuera algo secundario , y sólo importara de verdad eso que nos hemos currado (¡vaya ego tenemos, señores!)
Si vemos a alguien que proviene de una familia adinerada, casi lo vemos como algo indigno o sucio. Y sin embargo, ensalzamos a quienes “se han hecho a sí mismos”. Como si los primeros fueran malas personas por haber tenido suerte en la vida o unas circunstancias fáciles; y los segundos fueran héroes de guerra por haber vencido ciertos obstáculos.
Recuerda que las circunstancias que te tocan en la vida son aleatorias. Pero tú decides cómo juegas las cartas que te han dado.
Por ejemplo, si tienes la fortuna de ganar la lotería, pero malgastas irresponsablemente el dinero en lugar de invertirlo con sabiduría… de poco te habrá servido la buena suerte.
Falta de confianza en si mismo
En su caso, José tendría que tranquilizarse, confiando en sus propias habilidades, sabiendo que lo que tiene en gran parte es porque él mismo se lo trabaja.
Si mantiene una buena relación con su novia, es porque tuvo la suerte de conocerla, sí. Pero también porque la trata bien, cuida la relación, es detallista, la escucha y apoya cada día, etc.
Y en caso de que empiece a haber una crisis entre ellos, probablemente él la detectará pronto, porque está pendiente de los cambios. Tratará de poner solución pronto, y cuidará el vínculo para que no se deteriore.
Pero incluso aunque vayan mal las cosas y su pareja se rompa, José puede estar tranquilo sabiendo que estará bien soltero. Porque es un hombre adulto, independiente, resolutivo y con muchos intereses. ¿Que lo pasará mal y estará triste un tiempo? Seguramente. Y no pasa nada, de todo se sale.
Pero si confía en si mismo, en su capacidad para adaptarse a los cambios y salir fortalecido de los momentos difíciles (resiliencia), seguramente deje de temer tanto al futuro.
Culpa inmerecida
“Es de mala persona ser feliz, cuando hay gente que sufre tanto en el mundo”
¡Esto me terminó confesando José que sentía! Y era casi lo que más le pesaba…
Conscientemente sabemos que no es así… pero a veces podemos llegar a sentirnos como si hubiera un cupo limitado de éxito, felicidad o satisfacción en el mundo.
De modo que si a ti te va muy bien, es como si le estuvieras usurpando su cuota de felicidad a otras personas (y viceversa).
Quizás te suena ridículo así leído, pero piensa en la de veces que has sentido envidia de un compañero al que han ascendido… o te has sentido mal porque te echaste novio/a mientras tu mejor amiga seguía soltera… o cuando te sentiste culpable por llevar las manos repletas de bolsas tras ir a la compra, y viste que el mendigo que estaba a la salida del supermercado no tenía ni para comer…
Este pensamiento irracional también tiene cierta finalidad positiva.
Nos hace ser conscientes de que no todo el mundo está en la misma situación que nosotros, y que todo está en continua transformación; de modo que, si no cuidamos bien nuestros recursos, el día de mañana podríamos ser nosotros ese mendigo.
También nos empuja a mostrarnos solidarios con los demás, a cuidar y compartir con quienes no tienen tanta suerte. A respetar sus sentimientos y adaptarnos bien en sociedad (sería feo restregarle por la cara a tu amiga lo feliz que estás con tu pareja, si ella está triste).
Pero esa idea irracional debemos controlarla para que no nos haga daño.
Debemos recordar que la naturaleza (el azar, la suerte, la vida o como quieras llamarlo) no tiene el mismo criterio de justicia que tenemos los humanos.
Nuestro sentido de justicia no es más que un constructo social que hemos creado nosotros para regularnos como sociedad.
Protegemos a los débiles y mantenemos a raya a los fuertes; más o menos tratamos de procurar igualdad de condiciones.
Pero si te fijas en la naturaleza, verás que poco o nada tiene que ver con nuestras normas y leyes humanas. En la selva, si naces débil o enfermo, mamá gacela te aparta de la manada, y al rey león le sirves de rico aperitivo.
La justicia universal es tan distinta que casi ni podemos comprenderla.
¿Cómo permitirte ser feliz?
Si en algún momento te has sentido como José, y me permites unos pocos consejos:
- Deja de buscar dramas donde no los hay.
- Agradece que te haya tocado esta suerte.
- Hónrala, trabajando por conservar inteligentemente lo que te ha tocado.
- Disfrútalo cada día.
- Se buena persona, comparte y ayuda a quienes no tienen tanta suerte como tú.
- Siéntete feliz y completo con lo que tienes ¡Es muchísimo más de lo que tiene la mayoría de la población mundial!
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