No sé si será el caso…
Pero no me extrañaría ni un pelo que estés un poco triste, apagado, ansioso y con todos los miedos activados.
Estamos viviendo unas circunstancias muy difíciles a nivel global.
¡No paran de llegarnos noticias preocupantes y puede resultar algo complicado mantener el ánimo alto!
Así que es normal que ahora estés conectado con esa versión tuya más nerviosa e irascible.
Puede que incluso lleves un tiempo estando así, y que te hayas confundido creyendo que ERES así.
Pero recuerda que hay muchas versiones tuyas dentro de ti.
Tú no eres la tristeza, ni la apatía, ni la negatividad. Al igual que tú no eres el catarro cuando te pones malo. Es un estado por el que pasas durante un tiempo.
¿Verdad?
Dentro de ti llevas muchas versiones tuyas. Y las puedes sacar en el momento adecuado.
De hecho es lo que solemos hacer sin darnos cuenta, para adaptarnos a las situaciones.
Por eso, si te toca ir a un funeral te comportas serio y solemne, incluso aunque internamente estés muy contento porque te acaban de dar un aumento de sueldo. Te pones en modo respetuoso y empático.
O quizás cuando terminas de trabajar, a pesar de estar muy cansado, sacas fuerzas para jugar con tus hijos y compartirles tu cara más alegre y divertida. Y en otros momentos te pones en modo firme y serio para educarles y que te hagan caso.
Todos cumplimos diferentes roles y papeles.
No nos comportamos siempre igual.
No hablas igual de animado cuando quedas con tus amigos que cuando tienes una reunión con el jefe.
Como ves, hay muchas versiones tuyas.
En cada una te comportas de un modo y sacas una cantidad de energía distinta. Trasciendes y reconviertes tus emociones para adaptarte a las circunstancias de forma proactiva.
Y lo mismo puedes hacer para tu propio beneficio.
Tu mejor versión
Hoy te invito a hacer un ejercicio muy sencillo pero muy potente.
No necesitas hacer nada nada más que activar tu imaginación (y para eso te vendrá bien estar tranquilo y concentrado).
Simplemente piensa en cómo te gustaría comportarte, cuál sería la mejor manera en la que podrías vivir este momento y/o resolver la situación que tengas entre manos.
Por ejemplo: imagina que tienes una crisis de convivencia en casa, lleváis un tiempo discutiendo y crees que te vendría bien estar más sereno, empático y cariñoso con los tuyos.
Visualízate a ti mismo con esa actitud, haciendo tu día a día, abordando tus tareas.
Obsérvate con todo lujo de detalles, ¿cómo te moverías? ¿Cómo caminarías? ¿Como hablarías con los demás? ¿Qué expresión tendrías en la cara? ¿Qué gestos harías con el cuerpo? ¿Cómo te comportarías estando bien, tranquilo, a gusto, confiado, amoroso, etc.?
Visualizate actuando con éxito y consiguiendo los resultados que quieras conseguir en cada momento.
Trata de sentirlo lo más vívidamente posible.
Como decía Walt Disney “si puedes imaginarlo, puedes hacerlo”
De hecho tu cerebro ya ha creado esa realidad según leías estas líneas pensando en tu situación concreta. Tu éxito ya existe y ahora “simplemente” tienes que encargarte de lo que te corresponde y ponerte en marcha para hacerlo realidad en el plano físico.
Este ejercicio siempre viene genial para llenarte de confianza y optimismo.
Pero te recomiendo hacerlo sobre todo cuando te pilles a ti mismo pensando en todo lo negativo, en lo peligroso, en lo que puede salir mal, cuando te veas enfocándote en tus dudas, en tus inseguridades, en tus limitaciones, en tus miedos,… Cuando te des cuenta de que estás pensando de forma des-empoderadora y des-energizante.
¡Cambia tu enfoque y cambiarán tus emociones!