Casi me da un infarto anoche…
Me desperté sobresaltada a las 2 de la madrugada al escuchar una fuerte discusión en casa de unos vecinos.
Estaba toda la familia gritando como locos, así que me quedé pendiente, por si tenía que llamar a la policía.
Por lo que pude deducir, la madre había sido infiel, la hija le había pillado in fraganti y se lo había contado al padre.
Según una de las hijas (o hijo, no sé qué será, pero era quien más gritaba y tenía la voz aguda), la tensión entre el matrimonio se llevaba fraguando desde la cuarentena. Y a su juicio, toda la culpa la tenía la madre “por beber más de la cuenta y por no haber respetado el compromiso que hizo cuando contrajo matrimonio”.
La cosa se puso muy hostil e incómoda, pero afortunadamente no pasó de ahí: un drama familiar que explotó y que se intensificó por los gritos y los nervios acumulados.
¡Todo esto en menos de 5 minutos!
El caso es que lo que dijo la chica (o chico) me hizo pensar bastante.
Y es que a veces nos aferramos a nuestros valores, juzgamos a los demás en base a lo obvio y no somos capaces de ver más allá.
La hija/o vio que a consecuencia de lo que había hecho su madre, la estructura familiar se iba al garete; et voilà, ya tenía culpable.
Quizás crea que si no hubiera besado a otro, no habría ningún problema…
AVISO, ANTES DE QUE PUEDAS MALINTERPRETAR LA INTENCIÓN DE ESTE ARTÍCULO:
No soy quién para meterme donde no me llaman, ni para opinar de lo que no sé.
No conozco a esta familia. De hecho, ni sé en qué piso o edificio viven.
Simplemente me quedé pendiente por si tenía que avisar a la policía en caso de agresión o malos tratos, porque la cosa pintaba muy mal.
En cuanto vi que la situación se calmaba, me fui a la cama, respetando su intimidad.
Mi intención al escribir estas líneas no es cotillear sobre las vidas ajenas (cosa que odio), ni juzgar los hechos en sí.
Lo que sí pretendo es aprovechar este ejemplo para reflexionar y plantearnos las cosas desde diferentes puntos de vista, pensando más allá de lo evidente. Explorar otras posibilidades subyacentes (cosa que sí me encanta hacer).
Y por favor, intentemos eliminar los condicionantes de género. Para el caso que nos interesa, da igual si fue la madre o el padre quien cometió la infidelidad, si quien juzgaba era hija o hijo (que por cierto, a partir de ahora voy a llamarle “hijo” para simplificar, ya que es lo que se considera neutro en español a día de hoy)
E incluso nos da igual la infidelidad en si.
Este ejercicio que vamos a hacer a continuación lo puedes aplicar a cualquier persona y situación de la vida.
Y eso es lo único que nos interesa.
Dicho esto, por favor, sigue leyendo con la mente abierta.
Entonces …
¿Y si los problemas de esta pareja eran más profundos de lo que el hijo sabía?
¿Y si la madre se ha refugiado en el alcohol porque no se siente capaz de enfrentar esos conflictos?
¿Quizás la infidelidad ha sido otra huida de su realidad? ¿o un autosabotaje encubierto?
¿Tal vez la madre estaba dividida entre sus obligaciones conyugales – familiares y sus deseos íntimos como mujer?
¿Y si se ha centrado tanto en su rol como madre y/o trabajadora, que se ha perdido a sí misma y deseaba volver a sentirse vista?
¿O si se arrepentía de haberse casado o haber tenido hijos, y no sabe cómo lidiar con su propia realidad?
¿Puede que se sienta tan culpable (de lo que sea) que no puede evitar hacerse daño, aún a sabiendas de que destruye lo que ha construido a su alrededor?
También cabe la posibilidad de que esta mujer tenga la autoestima tan baja, que se deje obnubilar por el primer seductor que le haga caso y le haga sentir especial.
O quizás su marido es una persona emocionalmente ausente, junto a la que se siente sola e incomprendida.
Pudiera ser que tenga miedo de estar en esa relación, ¿y si es un hombre algo agresivo o dominante y ella se siente anulada como persona?
A lo mejor era la primera vez que era infiel y fueron unos besos furtivos sin más importancia (para ella).
O quizás se había enamorado y llevaba tiempo luchando contra sus sentimientos.
Puede que sea el mayor error de su vida y se arrepienta profundamente.
¿O si en verdad no hubiera sido nada y fue el hijo quien lo malinterpretó?
¿Y si el padre también había sido infiel antes?
¿O si en verdad tenían una relación abierta y el niño no lo sabía? (por la reacción del marido, no creo que esto fuera así, pero quién sabe)
No sería raro que los problemas subyacentes fueran mucho más graves que la propia infidelidad.
Igual el amor se había acabado hacía tiempo en esa pareja y estaban juntos por los niños (aunque ellos no lo supieran)
Puede que sean adultos inmaduros emocionalmente, que no sepan cómo reconocer sus emociones, o cómo resolver sus problemas.
O que realmente no fluya la comunicación en ese matrimonio.
¿Y si la cuarentena les ha hecho darse cuenta de que no se soportan?
Quizás la madre estaba repitiendo patrones inconscientes familiares que vio en su infancia.
¿O a lo mejor está siendo presa de sus propias creencias limitantes, como que “la vida hay que disfrutarla porque son dos días” o “es horrible conformarse y quedarse atrapada en la monotonía de una relación estable” ?
Puede que su comportamiento responda más a una crisis personal suya, que a una falta de amor por su pareja o familia.
A lo mejor este escarceo era lo que “necesitaba” para darse cuenta de la suerte que tenía de estar con su marido, que es lo que realmente quería (y esta aventura le haya servido para sentirse de nuevo joven y deseada).
¿Y si la infidelidad ha sido una forma inconsciente de dinamitar su matrimonio, porque no se sentía capaz de pedir el divorcio?
Quizás llevaba tiempo proponiéndole al marido que se separaran, pero él negaba el problema, no quería ver que estaban en crisis, y la infidelidad ha sido como ponerle en bandeja de plata la ruptura.
Por otro lado, también pudiera ser que la mujer sea una persona egoísta, que sólo piensa en si misma.
O que tuviera esta aventura desde hace tiempo y la pillada fuera la gota que colmó el vaso.
Quizás esa infidelidad sea “lo mejor que le ha podido pasar” a esa familia (entiéndeme) para dar el paso de romper por fin la relación y liberarse del dolor que se estuvieran causando, si no había amor ni respeto entre ellos (aunque al principio sea muy doloroso).
¿Quizás………?
Bueno, como ves caben múltiples posibilidades.
Incluso pudiera ser una mezcla de varias.
Y repito:
No pretendo juzgar ni defender a nadie, ni a ningún comportamiento.
Soy consciente de, según quién lo lea, le pueda parecer que estoy excusando, acusando o apoyando algo o a alguien, pero te aseguro que para nada es así.
De hecho no pretendo llegar a ninguna conclusión concreta.
Simplemente estoy explorando diferentes posibilidades (ejercicio que considero muy importante para la flexibilidad mental y la empatía).
Volviendo al tema…
Quizás el hijo es demasiado joven y aún está en la fase de ver la vida en blanco y negro, distinguiendo de forma estricta lo bueno de lo malo, sin ver matices.
O puede que en general sea demasiado rígido en su forma de pensar.
Tampoco sería raro que necesite un culpable en quien canalizar su frustración.
Quizás no tenga la información necesaria como para poder abrir su visión y tener en cuenta todos estos factores que hemos explorado.
Puede que aún no vea que las relaciones humanas son muy complejas. Y que los sentimientos pueden variar con el paso de los años. Que el ser humano a menudo es incoherente y tenemos múltiples contradicciones internas coexistiendo a la vez.
Que puedes querer mucho a alguien y a la vez no aguantarle. Que puedes desear estar en un sitio y al mismo tiempo, en otro distinto. Que cuando uno no está bien, a veces hace cosas que se vuelven en su contra. Que a menudo somos egoístas y no vemos más allá de lo que nos apetece.
Puede que aún no comprenda que sus padres no son sólo “papá y mamá”, que son mucho más que su familia. Que son una pareja, con sus problemas y sus retos. Que son personas individuales, con sus propias necesidades y deseos.
Y muy probablemente el dolor no le deje ver más allá. Se centra en lo que está a punto de perder, sin comprender los factores que han podido desencadenar el resultado.
Espero que en un futuro, cuando la situación se haya calmado y pueda mirar hacia atrás con perspectiva, logre ver los diferentes prismas que le ayuden a sanar y comprender este evento tan traumático.
Evidentemente es muy fácil hablar desde fuera, cuando las situaciones te resultan neutras porque no te afectan personalmente…
Pero cuando tenemos un problema, nosotros como adultos, debemos esforzarnos por no ser esclavos de nuestros propios valores o de los sesgos mediante los que evaluamos la realidad. Porque a menudo las cosas son mucho más profundas y complejas de lo que pueden parecer a simple vista.
Pero claro, hacer este trabajo de darle al coco, supone mucho esfuerzo.
Es mucho más rápido y fácil sacar el dedo acusatorio y decir “eres malo“.
Así que te animo a que medites sobre las decisiones de tus seres queridos y las tuyas propias, enfocándote en tus problemas, abriendo tu mente. Para que te centres más en comprender que en juzgar.
¿Qué hubiera pasado…
si en vez de lapidar públicamente a la madre a las 2 de la madrugada, metiéndose toda la familia de por medio a grito pelado con las ventanas abiertas; el hijo hubiera hablado primero con ella a solas, tranquilamente, intentando comprender qué le ha llevado a actuar así?
¿O si les hubiera dejado solucionar sus problemas de pareja en la intimidad, sin añadir más tensión y drama?
(Lo sé, lo sé… qué fácil es hablar y qué difícil hacerlo si estás en la posición del pobre niño)
En fin, espero que esta familia consiga recolocar esta situación tan dolorosa y aprender lo que tengan que aprender de ella.
Y que a ti te sirva el ejercicio de apertura de opciones, para aplicarlo a tu realidad concreta.
Sé que el ejemplo que he elegido es un tema peliagudo, y si te has visto alguna vez envuelto en una situación parecida, quizás te haya revuelto por dentro… Si es así, espero haberte ayudado especialmente.
Te agradezco el esfuerzo de haberlo leído con la mente abierta y los “ojos de entender”.
Un abrazo, que tengas buen día
Ainoa
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