Cómo superar el duelo y adaptarte a los cambios

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El duelo por los cambios

La vida es un cambio continuo.

Nacemos, nos desarrollamos, crecemos, y después nuestro cuerpo va envejeciendo hasta que morimos.

Nos crecen el pelo, las uñas.

Viene la primavera, el verano, el otoño, el invierno.

Amanece y anochece cada día.

Nos enamoramos, nos desenamoramos, conocemos a otras personas, cambian las relaciones…

Lo único que nunca cambia es que nada deja de cambiar

Pero aunque sea ley de vida y algo natural, a veces nos puede costar mucho transitar los cambios y soltar lo conocido.

En ocasiones incluso pasamos por momentos realmente duros, y no nos queda otra que hacernos a la idea y tirar hacia adelante… Porque hagamos lo que hagamos, la vida sigue.

Todo se transforma.

¡Así que más vale adaptarse y avanzar!

Pero aunque logremos hacerlo, es normal que sintamos un poco de tristeza durante el camino, que nos cueste dejar marchar lo antiguo o nos dé miedo el futuro.

Porque a veces lo que desencadena estas emociones son eventos realmente dolorosos, como la muerte de un ser querido (tanto humano como animal), una ruptura amorosa, la pérdida de una amistad, de un trabajo, de un proyecto, de una oportunidad importante,…

 
Pero no sólo las pérdidas, también las transformaciones.
 
Así, nos pueden costar gestionar las crisis vitales, el pasar una enfermedad, los cambios físicos, el hacernos mayores, el pasar a una nueva etapa de la vida,…
 
“Todo cambio implica una pérdida, del mismo modo que cualquier pérdida es imposible sin cambio.” – Robert Neimeyer, psicólogo.
 
Incluso podemos vivir micro-duelos diariamente (aunque con menor intensidad y duración), cada vez que algo no sale como nosotros queríamos, cada vez que nos frustramos, que tenemos que ceder,…
 
Además el duelo puede suceder con asuntos que nos hayan venido sobrevenidos, pero también con lo que ha sido elección nuestra.
 
Así, aunque hayas sido tú quien ha decidido dejar a tu pareja ¡seguramente no te librarás de pasar el duelo por vuestra relación!
 

¿Qué nos pide el duelo?

El duelo nos ayuda a mentalizarnos de que las cosas ya no son como antes, y que debemos adaptarnos.

Así que es un proceso mental y emocional importantísimo, que nos permitirá ser más resilientes (salir fortalecidos de los momentos duros).

Y es que el duelo suele ser un proceso algo difícil, triste y oscuro.

Nos baja la energía, nos “mete para adentro”. Hace que se nos quiten las ganas de hacer cosas, de salir, de estar con gente…

Como es bastante incómodo estar así, muchos prefieren evitarlo, manteniéndose ocupados y divertidos todo el día. “Si no paro, no pienso, si no pienso, no siento. Si no siento, no lo paso mal”.

Lo que no saben es que mirar para otro lado no soluciona los problemas, y que esas emociones que no gestionen ahora, volverán en algún momento, y puede que sean incluso peores.

“El tiempo lo único que cura es el jamón” 😉

Porque el duelo, aunque sea un proceso doloroso, nos ayuda a ACEPTAR los cambios, a VALORAR lo que tenemos y a ponernos en predisposición de ABRAZAR LO NUEVO que está por llegar.

No debemos mirar para otro lado ni tratar de acelerar el proceso. Elaborar adecuadamente el duelo y darle el tiempo necesario es fundamental para cicatrizar las heridas y continuar con nuestra vida.

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Etapas del duelo

Desde 1969 domina en psicología la teoría de las 5 fases del duelo, que fue desarrollada por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su libro “Sobre la muerte y el morir“; donde explicaba cómo se sienten y cómo tienden a actuar las personas en distintos momentos de su luto.
 
Así vemos que el duelo es un proceso que consta de diferentes etapas (aunque no siempre siguen el mismo orden), pero son las fases por las que necesita pasar el cerebro para recolocar la información y adaptarse al cambio.
 
A veces incluso podemos saltar de una etapa a otra en el mismo día.
 
 
  • FASE DE NEGACIÓN:
Nos cuesta creer lo que ha pasado, sobre todo si es algo traumático o que nos pilla por sorpresa. Nuestro cerebro se resiste a aceptar lo sucedido, trata de amortiguar y aplazar el dolor… aunque evidentemente esta fase no puede ser eterna, porque acabará chocando con la realidad.
 
 
  • FASE DE IRA:
Nos enfadamos, sentimos resentimiento, incluso buscamos culpables o responsables.
 
“¿Por qué me tiene que pasar esto a mi, qué he hecho yo para merecer esto? ¡Qué injusta es la vida, con la de gente mala que hay por el mundo…!”
 
Nos produce mucha frustración darnos cuenta de que el cambio es irreversible, que no podemos hacer nada por evitarlo.
 
A veces nos enfadamos con nosotros mismos, otras con el susodicho (el fallecido, en caso de muerte), y puede que incluso proyectemos nuestra rabia hacia el entorno u otras personas allegadas; cosa con la que debemos tener cuidado (sobre todo si ellos también están sufriendo la pérdida), porque hacerlo no soluciona nada y puede generar graves problemas y daños emocionales.
 
 
  • FASE DE NEGOCIACIÓN:

Elucubramos qué hubiera pasado si en vez de “A” hubiéramos hecho “B”, o si hubiera pasado “C”. 

Fantaseamos con la idea de que se puede revertir o cambiar el resultado final, tratamos de recuperar el control de lo que ha pasado.

 

  • FASE DE DEPRESIÓN:
Cuando nos damos cuenta de que la pérdida es real, surge la tristeza (que puede ser más o menos profunda, incluso ir acompañada de una sensación de vacío). No es raro sentir que nos falta motivación, y tender a aislarnos del entorno.
 
Tomamos consciencia de que las cosas no son como queremos, que hemos perdido ese estado en el que estábamos antes y que a partir de ahora nuestra realidad será distinta.
 
Así que es natural sentir miedo, dolor, incertidumbre y apatía. Estas emociones al principio serán más intensas, pero poco a poco se irán suavizando según avanzamos hacia la aceptación.
 
 
  • FASE DE ACEPTACIÓN:
Cuando dejamos de resistirnos y empezamos a aceptar la pérdida, podemos empezar a convivir con nuestro dolor emocional, y a seguir adelante a pesar de ese cambio.

Con el tiempo recuperamos nuestra capacidad de experimentar alegría y placer.

 

“El duelo es algo bueno. Es la forma de ir a través de las transiciones de la vida” – Rick Warren 

 

Para Kübler-Ross, las personas no pasan necesariamente por todas estas etapas ni en ese orden específico; cada cual vive su duelo de distinta manera y en momentos diferentes.

Así que es importante respetar el proceso de cada uno, sin forzar el paso de una fase a otra y permitiéndonos expresar nuestras emociones y temores libremente.

Aprendizajes

Cuando levantamos cabeza y empezamos a vivir la nueva etapa, somos capaces de sacar lecciones y aprendizajes de lo perdido, de nosotros mismos y de lo experimentado durante este periodo difícil.

La mayor lección se trata del desapego, de aprender a vivir sin eso que para nosotros era tan importante.
 
Porque el duelo no se trata tanto de lo que pasó; sino de las cosas que van a pasar en tu vida sin que ese ser querido (o lo que hayas perdido) vaya a formar parte.
 

“El duelo nos desafía a amar una vez más” – Terry Tempest Williams –

 

La tristeza nos deja el corazón pequeñito y lleno de miedos. No es raro que después de haberlo pasado tan mal, nos volvamos más fríos y distantes: 

“He sufrido, porque quería mucho a esta persona y la he perdido. Así que si no no tomo cariño a nadie, no me volverán a hacer daño”

Protegernos y alejarnos puede ser una solución  temporal -poco adaptativa-. Pero al final sufriremos más por la soledad, la desconfianza y el miedo a sufrir, que por lo que pueda suceder realmente.

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La importancia de los rituales

Para adaptarnos a los continuos cambios de la vida y a las nuevas situaciones, los seres humanos necesitamos los rituales.
 
Por eso mismo enterramos y despedimos a nuestros muertos, nos casamos, nos graduamos, celebramos cumpleaños,…
 
Estos actos simbólicos nos ayudan a mentalizarnos de que se ha producido un cambio grande, que hemos pasado a una nueva etapa.
 
Despedimos el pasado y saludamos al futuro, que se convierte inmediatamente en nuestro presente.
 
Por eso es tan importante hacer nuestros pequeños ritos cotidianos cuando vivamos algún tipo de cambio, aunque sea pequeño. Así ayudamos a nuestro cerebro a transitar estas fases del duelo y a adaptarse antes a la nueva situación.
 
Puede ser algo tan sencillo como escribir una carta de despedida; hacer un enterramiento de algo simbólico que represente eso que queremos dejar atrás, o meterlo en una caja y arrojarlo al río, meterlo en un globo de helio y lanzarlo al cielo,…
 
Puedes cerrar los ojos e imaginar que entras en una nueva habitación, mientras das un paso al frente y cierras la puerta tras de ti.
 
Puedes imaginarte que tienes delante a esa persona que se ha ido, y hablar con él o ella, decirle lo que te gustaría que supiera, o lo que necesites expresar tú para quedarte en calma.
 
Lo importante es hacerlo desde una energía de amor y agradecimiento. Sabiendo que, aunque sea doloroso, es bueno para ti dejarlo marchar y avanzar por la vida.
 
Para estar en paz, es necesario cerrar nuestras heridas, sanar las emociones que haya detrás, pedir perdón por lo que nos hayamos equivocado, perdonar a quienes vayamos a “soltar”. Y sobre todo, agradecerles todo lo que hemos vivido a su lado, y que nos hayan hecho ser quienes somos ahora.
 
Cuanto más duela, más emociones hay. Y por lo tanto, más trabajo que hacer.

No puedes cambiar las cosas ni hacer que todo vuelva a ser como antes.

Pero puedes quedarte en paz contigo mismo, sanando ese periodo, liberando lo enquistado, y avanzando con confianza hacia el futuro.

“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional” – Buda

Seguir adelante tras la muerte de un ser querido

Como dice la psicoterapeuta Cate Masheder, “la muerte es parte de la vida. Va a pasar. Todos vamos a sentir tristeza, todos vamos a echar de menos a alguien, todos vamos a morir, es así” 

Para esta especialista que trabaja con personas en duelo, cuando sufrimos la muerte de un ser muy querido, no hay ni un solo área que no se vea afectada por ese dolor, que impregna cada parte de ti.

Ese dolor se mantiene tal y como está, va a formar parte de ti para siempre. Pero tu vida crecerá alrededor de él, como un círculo concéntrico. 

Irás experimentando cosas nuevas, añadiendo experiencias a tu historia, conociendo a otras personas,…ampliando ese círculo.

Y sí, en ciertos momentos como los aniversarios, cumpleaños, o las fiestas navideñas, es probable que vuelvas a sumergirte directamente en el dolor – explica la psicoterapeuta-

Después, una vez pasada esta fecha, vuelves a recordar la otra parte de tu vida, ese círculo más amplio que has ido generando alrededor de tu dolor.

Según Cate: “ese círculo de dolor no se queda para siempre igual de oscuro. De alguna forma se vuelve menos rígido, se suaviza, aunque se queda ahí.

No superas el duelo ni lo dejas atrás realmente, sino que aprendes a que forme parte de tu vida.

Y así llegará un momento en el que el dolor se vuelva manejable, que puedas vivir con él y deje de ser lo primero en lo que pienses cuando te levantes por las mañanas.

Duelos cotidianos...

Pero como hemos visto, los duelos no sólo surgen ante hechos traumáticos. También vivimos pequeños duelos con los asuntos mundanos y cotidianos.
 
Por ejemplo, si ahora te robaran el móvil, pasarías por un breve proceso de duelo:
 
Seguramente te enfadarías, no te creerías lo que ha pasado, buscarías culpables, te sentirías mal por llevar la bolsa abierta, te acordarías de toda la familia del ladrón, volverías a sentirte incrédulo, te pondrías triste… y al final aceptarías lo que ha pasado, decidiendo poner una denuncia en la policía y seguramente comprarte un móvil nuevo, o hacer un detox digital por un tiempo.
 
Quizás sientas todo esto en cuestión de minutos u horas. Pero tu cerebro necesita procesar lo que ha sucedido, para pasar a la acción y avanzar.
 
Y ¿a que no reprimirías tus emociones en este caso?
 
Te permitirías enfadarte, sacar fuera esa adrenalina y tus pensamientos, llamar a un amigo para desahogarte,…
 
¿Entonces por qué te quitas la oportunidad de liberarte cuando te pasan cosas más serias?
 

Permítete sentir

Recuerda que no hay un decálogo de “importancia de problemas”. A cada cual nos preocupan y nos duelen nuestras cosas. No hay necesidad de comparar la magnitud de los asuntos.
 
Conozco personas a las que se les ha muerto un familiar y lo superan sin problemas, y sin embargo se quedan atascadas después de que les denieguen un trabajo por el que habían postulado, o tras una ruptura sentimental.
 
Hay quienes aparentemente no tienen problemas, disponen de todo lo que necesitan (y mucho más) y sin embargo no son felices, les cuesta entrar en la vida adulta o aceptar ciertos cambios.
 
Así que respeta tus problemas, no te sientas mal ni digas que “son tonterías”, porque si te están molestando y te está costando gestionarlos, son importantes para ti.
 
Regálate calma y tiempo, tu versión futura de ti mismo te lo agradecerá.
 
Aunque sea incómodo, no pasa nada por llorar y estar triste un tiempo.
 
Tienes derecho a sentir ¡Concédete permiso!
 
Y habla de lo sucedido, de cómo te sientes, de tus temores… Apóyate en tus seres queridos, seguro que agradecerán poderte ser útiles en estos momentos difíciles.
 
Y si ellos también han sufrido la misma pérdida, os serviréis de ayuda mutuamente.
 
Este periodo puede ser una oportunidad para unirte más a ellos. Para mostrarles una faceta tuya más humana y sensible.
 
Si son buenas personas, seguro que “te recogen” con amor y cuidado.
 

Si estás pasando por un momento así, te mando un abrazo enorme y mucha energía positiva. Te aseguro que si te permites sentir y transitas bien este momento, sin prisas, volverás a estar bien.

¡Mucho ánimo! 😘

Con cariño,

Ainoa

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