Imagina que estás buscando un arquitecto para construir tu casa. Buscas en la guía telefónica y llamas a uno.
No tiene web, no le conoces de nada.
Habláis durante un rato, pero cada vez que le cuentas una idea que te gustaría hacer te dice que es imposible, que estás loco, o que no se puede realizar.
Te dice que te va a mandar un email y no te lo manda.
Se compromete a hacerte unos planos y no los hace.
Fijáis una reunión y no aparece hasta tres cuartos de hora después.
¿Confiarías en él?
La confianza se basa en demostraciones
Para confiar en los demás necesitamos pruebas. Necesitamos ver y sentir que son de fiar. Comprobar que son coherentes, que no nos la van a jugar.
Lo mismo pasa con nosotros mismos.
Es muy difícil creer en nuestro potencial y confiar en que seremos capaces de afrontar las situaciones, si no creemos que sea posible; si no paramos de sabotearnos y machacarnos con mensajes destructivos. Si no cumplimos con nuestra palabra, ni hacemos lo que tenemos que hacer. Si nos traicionamos en cuanto podemos.
Ese es precisamente el primer paso para creer en uno mismo. Dejar de hacer las cosas que nos hacen daño y que minan nuestra auto-confianza.
“Lo primero para salir del pozo, es dejar de cavar”
La confianza personal no es sólo creer que eres capaz de lograr algo.
Es también estar en paz contigo mismo, sentirte a salvo y protegido “en tu casa”, en tu interior (con la persona que eres, tus pensamientos, tu forma de actuar,…).
Es tener claros tus valores y honrarlos, elegir y actuar en base a ellos, tener la conciencia tranquila, saber hacia dónde vas en la vida.
Ser congruente y hacer lo que te has prometido a ti mismo que ibas a hacer.
Es conocerte a fondo, saber quién eres, qué quieres en la vida y qué no. Qué habilidades tienes y qué debilidades.
Es valorarte y sentirte merecedor de todo lo mejor.
Confiar en que eliges bien y sabes de qué personas rodearte. Es marcar límites con los demás y saber defenderte elegantemente, sin herir ni dañar a nadie -a ti el primero-.
Como ves, la confianza personal tiene mucho que ver con el autoconocimiento, con la autoestima y la seguridad en uno mismo.
Porque igual que no puedes confiar en alguien a quien no conoces o no valoras, tampoco lo puedes hacer contigo mismo.
Confianza interna vs. externa
Es absolutamente normal que en ciertos momentos sintamos flaquear nuestra confianza. Es algo que nos pasa a todos. Y es que a veces la vida se puede poner realmente difícil…
Pero si buscamos la confianza fuera de nosotros, estaremos cediendo nuestro poder interior.
Si sólo nos sentimos seguros cuando las cosas nos salen fáciles o cuando la gente nos aplaude y nos dice lo bien que lo hacemos todo, nos volveremos dependientes de las circunstancias y de la validación ajena.
Los piropos y consejos de nuestros seres queridos siempre son agradables y nos animan. Pero no podemos vivir de ellos.
Es más.
Si internamente no nos creemos capaces de hacer algo, por más que los demás nos digan que sí, no nos lanzaremos nunca. Y puede que incluso provoque el efecto contrario.
El otro día hablaba con una querida coachee mía (clienta) que me contaba el agobio que tiene encima.
Es una mujer brillante en muchos aspectos, entre ellos la costura y el patronaje.
Se apuntó a una academia para perfeccionar su técnica y pronto empezó a despuntar entre el resto de alumnos. Ella se había apuntado como hobbie, mientras que el resto estaban allí para hacer de la moda su profesión.
Los profesores no paran de animarla y decirle que tiene un talento desbordante y que no debe desaprovecharlo. Se lo dicen cada día sus familiares y amigos.
Pero ella no lo ve. No confía en sí misma. No quiere lanzarse a trabajar en la industria por miedo a no ser suficiente, a hacerlo mal, a que le critiquen, a meterse en problemas,…
Así que en su caso, la validación y el ánimo externo le está suponiendo un problema agobiante, porque lo siente como una presión. Y le da miedo defraudarles.
La confianza necesita fe y acciones
Para creer que algo es posible no sólo necesitamos pruebas que lo acrediten, sino también confianza en la vida, esperanza, fe en que las cosas saldrán adelante.
Creer que es probable, que es factible, que todo irá bien.
A veces es un salto de fe.
¡Pero no se trata de confiar y esperar tirado en el sofá!
Debes hacer lo que está en tu mano, lo que te corresponde.
De ese modo, no sabes si la vida te pondrá las cosas fáciles, ni si llegará tu oportunidad -confías en que sí- pero al menos puedes estar orgulloso y tranquilo contigo mismo, sabiendo que has hecho tu parte.
Se trata de controlar dentro del descontrol. Fluir con la vida, tomando las riendas de lo que te corresponde. Sin temerle demasiado al los cambios ni al fracaso.
Porque sabes que aunque las cosas no salgan como tú quieres, podrás sacar una lección de todo ello, y volver a intentarlo de nuevo con más sabiduría después.
Así te conviertes en alguien hacedor, que hace, que ejecuta, alguien dinámico y proactivo, que genera los cambios que quiere ver en su vida.
“Tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en lo cierto” – Henry Ford
La confianza necesita que te encargues
Para tener más confianza personal, es fundamental que revises tus creencias. Lo que opinas de ti mismo y de la vida.
Porque -como te decía al principio-, si no crees que sea humanamente posible para ti alcanzar eso que te has propuesto, nunca lo lograrás.
Detrás de la falta de confianza personal hay un sentimiento de vacío, de desmerecimiento, de desempoderamiento. Como si hubiera algo mal en ti, algo defectuoso. Un “no puedo, no soy capaz, esto no es para mi, no lo merezco”
Las creencias son las gafas, los filtros a través de los cuales percibes el mundo. Sólo se enfocan en lo que tú quieres ver.
Pregúntate:
¿Alguien ha conseguido eso que yo me he propuesto?
¿Ha sido un super heroe, un extraterreste, un ente de otro planeta? ¿O un ser humano como yo, parecido a mi?
¿Conozco a alguien cercano que lo haya logrado y que me pueda servir como modelo a seguir? ¿Qué cosas hace? ¿Qué cosas no hace?
¿Por qué no voy a poder lograrlo yo? ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra? ¿Lo podría lograr si no tuviera miedo? ¿Qué me está frenando?
¿Lo podría conseguir si confiara más en mi? ¿Si me esforzara más? ¿Si lo intentara de forma constante, paciente y organizada?
¿Estoy dispuesto a hacer los esfuerzos y sacrificios necesarios para lograrlo?
Si en vez de ser yo mismo, fuera un amigo, un ser querido, y me viera intentando esto que quiero… ¿Qué me diría? ¿Me animaría, o me parecería una locura peligrosa, o algo totalmente fuera de mi alcance? ¿Creería que tengo potencial para conseguirlo? ¿Qué consejo me regalaría?
Enfocarte en la solución y en los recursos para conseguirla -en lugar de en los problemas y las carencias que tienes- te ayudará a pensar de forma más proactiva y positiva.
¿Te has fijado en que la palabra “PODER” es la misma para “ser capaz” y “ser poderoso“?
Recuerda que tienes poder en ambos sentidos.
“Un pájaro posado en un árbol no tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas”
La confianza necesita que cumplas tu palabra
Para no quitarte ese poder que tienes -y demostrarte que efectivamente está dentro de ti- es fundamental que hagas lo que te dijiste que harías.
No ya por la imagen que des a los demás – ¡que también! recuerda al arquitecto del que hablaba al inicio del artículo- sino sobre todo por lo que tú pienses de ti mismo.
Cada vez que te dices que mañana lo intentas, que ya después te pones a hacerlo, que ya si eso en otro momento (y no lo haces) estás ensuciando tu AUTO-REPUTACIÓN.
Llega un momento en el que te has defraudado tanto a ti mismo engañándote y tomándote el pelo, que no confías en ti mismo. Tu palabra no vale nada.
Por eso te animo a que sigas estas dos sencillas reglas:
“Lo que he dicho que haría, lo hago“
“Lo que empiezo, lo acabo“
Según te vayas demostrando que eres de fiar, recuperarás tu poder interno.
Y es que la confianza es una práctica, es un hábito que se va adquiriendo.
Al igual que no vale con darte limpiarte los dientes una vez en tu vida para tener una buena salud dental, sino que debes lavártelos cada día; la confianza también has de practicarla a diario.
!Y no se trata a esperar para lanzarte a cuando ya tengas confianza y seguridad!
Es todo lo contrario.
Ir demostrándote que puedes y que vas mejorando, es lo que hace que cada vez confíes más en ti y tus capacidades.
Necesitas confiar en ti para todo
Date cuenta de que la confianza la necesitas para todo. Desde montar un negocio o trabajar para otra persona, hasta para aprender algo nuevo, viajar, ir a una fiesta, cocinar, tomar decisiones, hacer amigos, tener pareja, hablar con desconocidos,…
Por ejemplo:
Si realmente no creyeras que eres capaz de hacer esas lentejas, ni te hubieras molestado en ir a la tienda a por los ingredientes.
Y quizás la primera vez que te planteaste cocinar, te dio bastante miedo acercarte a los fogones. No tenías ni idea qué tal iba a quedar aquello.
Pero tu subconsciente sabía que tenías la capacidad, el potencial. Que dispones de un cerebro y dos ojos para leer la receta, y dos manos para seguir el paso a paso.
Y oye, quizás las primeras veces que intentaste cocinar te salió aquello un poco asquerosete…
Pero seguiste intentándolo.
Gracias a ello, has ido perfeccionando la técnica y ahora haces unas lentejas bien ricas y de memoria, sin leer.
¡Incluso estás aprendiendo a hacer nuevos platos!
A esto se le llama AUTOEFICACIA y es la principal diferencia entre quienes se atreven a hacer algo y los que no.
El creer que será capaz y que lo podrá hacer bien (o lo irá aprendiendo).
Te he puesto el ejemplo de las lentejas, pero es aplicable a temas más profundos, como dejar de huir de los conflictos, ser más asertivo cuando algo te moleste y decirlo abiertamente.
O quererte más cada día.
O dejar de hablarte mal cada vez que quieres intentar algo nuevo.
Hacer nuevos amigos dejando de lado tu timidez.
Piensa:
¿En qué otras ocasiones he logrado -algo más o menos parecido a- esto que deseo?¿He sido capaz de hacerlo en otro momento de mi vida? ¿Qué era diferente entonces?
Quizás cuando eras niño no te costaba hablar con los demás, eras sociable y simpático. O puede que siempre te haya costado, pero lograste acercarte a Luisito el día de tu 8º cumpleaños y regalarle un sugus, aunque te morías de vergüenza.
En cualquier caso, si una versión tuya anterior consiguió el éxito (aunque fuera distinto o más pequeñito), créeme que es replicable a mayor escala. El potencial está ahí. Quizás solo haya que quitar las capas de óxido.
A veces esas creencias están muy arraigadas en nosotros, pero no nos pertenecen, son heredadas o aprendidas de nuestras figuras de referencia (padres, abuelos, profesores, amigos…). Así que conviene revisarlas y trabajar para desactivarlas de una vez por todas.
El fracaso no existe
Que algo no haya salido como tú quieres, no significa que sea un fracaso.
Que no lo hayas conseguido aún, no significa que seas un looser.
Significa que no lo has logrado aún. Punto.
Lógicamente la falta de victorias hace que nos desilusionemos y que perdamos la fe. Todos necesitamos ver avances para sentir que vamos por buen camino y que nuestro esfuerzo no es en vano.
Por eso mismo debemos cambiar el enfoque.
Dejar de evaluarnos en función de nuestros resultados.
Y empezar a celebrar y reconocer nuestros pasitos, el esfuerzo que hemos hecho, el atrevernos.
¡El mero hecho de haberlo intentado es todo un logro, es un avance!
Has ido a hablar con esa persona que te ha ofendido, y te has puesto nervioso. ¡Mira que tenías claro lo que querías decirle! Pero al final te has alterado, has dado muchos rodeos, te has puesto rojo,…
¿Pero y si en vez de quedarte con eso y machacarte por no haberle cantado las cuarenta -como pretendías en tu imaginación-, te das cuenta de que por fin has dejado de evitar el conflicto?
Que te has respetado y has decidido ponerle fin a la situación molesta. Que has superado tus miedos e inseguridades. Has sido capaz de pedirle a Fulanito un rato para hablar. Te habías tomado un tiempo para aclararte y saber qué decir. Que has sido respetuoso porque se lo has dicho en privado. Que has conseguido hacerte entender, y que ahora ya sabe que eso que hizo no te sentó bien.
Y sobre todo, que con este gesto has sentado precedente.
Te has demostrado a ti mismo -ya los demás- que sí eres capaz de atreverte y de hacerte respetar. Que mereces ser tratado con consideración y cortesía, como tratas tú a los demás.
Has visto que hablando se entiende la gente, que Fulanito no muerde, que puede ser comprensivo y que no lo había hecho con mala intención, simplemente no se dio cuenta de que te molestaba.
Observar y reconocer tus avances te introduce en una mentalidad de progreso, de crecimiento. En la que dejas de temer al fracaso y empiezas a ver las oportunidades a tu alrededor. Y en la que dejas de etiquetarte a ti mismo por los errores pasados, porque sabes que no te definen.
“El aprendizaje se construye fallando”
Tú no eres el fracaso. Eres un ser en constante evolución, en continuo aprendizaje.
Aprende a confiar y a quererte
Si llevas demasiado tiempo con este problema, quizás sería bueno empezar a trabajar en serio para solucionarlo.
¡La vida es demasiado corta como para estar sufriendo innecesariamente!
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