Marta (nombre ficticio) me contaba el otro día en sesión que, por desgracia, acababa de perder a una buena amiga.
La pobre chica había salido de fiesta, y tras despedirse del resto de amigos para volver a casa, le atropelló un coche…
Esto tan doloroso, además de haber sido un enorme shock para Marta, le había hecho recapacitar.
Me decía angustiada: – “Jolín Ainoa, es que además me podría haber pasado a mi… que justo no había querido salir con la pandilla, porque si no el domingo me hubiera costado un montón madrugar para ponerme a estudiar… La verdad es que todo esto me ha hecho pensar que tengo que disfrutar cada minuto de mi vida como si fuera el último, porque nunca sabes cuándo te va a llegar la hora… Uff, me he rayado un montón, no sé si seguir opositando o no… ¡porque claro, imagina que de pronto me da un ataque al corazón mientras estoy empollando! ¡Menudo bajón! ¡Preferiría que la muerte me pille por ahí de fiesta, la verdad!”
Spoiler alert: Ha decidido seguir preparándose la oposición.
Pero vamos, que no me extraña nada que esta idea haya cruzado su mente.
Primero, porque es una reacción natural ante un trauma así. Las muertes ajenas nos recuerdan que nuestro tiempo es limitado y debemos aprovecharlo con sabiduría.
Segundo, por la cantidad de esfuerzos y sacrificios (durante años) que requiere la opo.
Y tercero, porque vivimos en una sociedad obsesionada con el disfrute non-stop.
Pero esa filosofía de “vivir como si hoy fuera tu último día” es muy peligrosa si la llevamos al extremo.
Porque en ese caso… ¿qué sentido tendría ahorrar?
¿O ir a trabajar?
¿O cuidarse?
¿O estudiar?
¿Limpiar la casa o hacer cualquier tarea aburrida que no nos haga sentirnos extasiados y rebosantes de felicidad?
¿Qué sentido tendría cuidar las relaciones, invertir tiempo y energía en solucionar los problemas, o tolerar la monotonía?
¿Ninguno, verdad?
Más bien nos abandonaríamos al placer inmediato, a la despreocupación; convirtiéndonos en crápulas hedonistas, desapegados y egocéntricos, que viven rápido, de flor en flor, siendo esclavos de sus deseos, “usando y tirando” todo y a todos.
Por lo tanto, quizás ganaríamos en diversión momentánea, pero nos alejaría totalmente de crear una vida sólida, con sentido y significado para nosotros.
Y es que para construir una existencia plena y bien estructurada, necesitamos:
– Tener claros nuestros valores
– Hacer las acciones que nos encaminan hacia ellos.
Y si puede ser, con alegría y buena actitud. Agradeciéndote el estar construyendo lo que tiene sentido para ti. Regocijándote en esa sensación tan gratificante de llevar el control de tu vida.
Son pequeñas inversiones de tiempo y esfuerzo, que hacemos cada día para obtener un fin mayor, un beneficio a medio-largo plazo.
Durante nuestra sesión, animé a Marta a explorar libremente ese pensamiento de tirar la toalla y dedicarse a quemar la noche, a ver dónde le llevaba esa fantasía en su mente…
No tardó en darse cuenta de que, si dejara la oposición y viviera en una continua bacanal de fiestas y copas, en una semana se sentiría totalmente vacía, triste y perdida; porque estaría yendo en contra de lo que ella considera importante.
Con el tiempo, se puliría todos sus ahorros, con lo que terminaría dependiendo totalmente de sus padres o su novio para que le pagaran todo. Eso le bajaría la autoestima, le haría estar enfadadísima consigo misma y deterioraría sus relaciones y su salud.
Además, llegaría un punto en el que ya no le serviría con estar de fiesta continuamente (porque el cuerpo tiende a encontrar la homeostasis, un equilibrio). Por lo que al final esos estímulos ya no serían suficiente para mantenerla entretenida y divertida… necesitaría cada vez más y más, como un pozo sin fondo.
Por suerte, aunque le haya poseído momentáneamente el espíritu de Paris Hilton, en verdad Marta tiene claro que esa no es la vida que desea para sí.
No quiere fiestas, limusinas, ni fama.
No quiere huir, anestesiarse, ni que le den todo hecho.
Es una mujer trabajadora y resolutiva, independiente e inteligente, a la que le satisface superarse a si misma y lograr las cosas con su propio esfuerzo. Que quiere sacar su plaza de maestra (aunque eso implique hacer malabares entre el estudio, su trabajo y su vida personal).
Eso es lo que le hace feliz y le mantiene motivada.
Y ahora que ha recuperado su brújula, ha retomado más contenta que nunca su camino.
Por cierto, le vino genial aplicar la técnica de defusión cognitiva que compartí en instagram (y en facebook)
Espero que a ti también te sirva. Y que recapacites sobre si estás yendo en la dirección de lo que te importa a ti, seas o no estudiante.
Un abrazo,
Ainoa
PD: ¿Sabes que tengo un servicio exclusivo para opositores?