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¿Alguna vez te han dicho eso de “eres tan buena/o que pareces tonta/o”?
Seguramente sea porque cuidas a los demás, procuras ayudarles, haces favores, te sacrificas, apoyas, escuchas, comprendes… y porque nunca pones pegas, no das problemas y pocas veces pides tú nada.
Apuesto a que es súper cómodo y agradable estar contigo, la gente te quiere mucho y te busca a menudo.
Imagino que disfrutas haciéndoles la vida más fácil y que no te gustan nada los conflictos.
¡Es un gusto tenerte cerca!
Eso en gran parte es maravilloso y fomenta que te sientas bien contigo mismo.
El problema viene el día no te viene bien hacer un favor. O no te apetece escuchar durante horas a la misma amiga que se queja sin hacer nada por solucionar su situación. O cuando te gustaría quedarte en casa tranquilamente, pero te da miedo decir que “no” al plan que te han propuesto. O cuando tienes que confrontar a esa persona que se te está “subiendo a la chepa” aprovechándose de tu bondad.
Seguramente has intentado marcar límites y ponerte firme en alguna que otra ocasión, pero te salió regulín. O puede que te saliera bien, pero tu sentimiento de culpa era tan incómodo, que terminaste reculando.
Puede que te inquiete tanto marcar límites porque te sientas egoísta haciéndolo.
Pero no te confundas. Marcar límites equivale a protegerse. Necesitas sentar tus fronteras en cuanto a tu bienestar personal y espacial; porque si por ti fuera, lo darías todo. Y sabes que eso no está bien.
Sin embargo, las personas egoístas son quienes sólo piensan en su propio beneficio egocentrista, sin preocuparse en cómo sus actos afectarán a los demás. Sólo quieren estar bien ellos, y les da igual todo el resto, siempre se anteponen.
Así que, si por lo general te cuesta decir “no”, ponerte firme y cuidar tus intereses, no te hagas daño creyendo que hacerlo te convertirá en mala persona.
¡Y ojo, que no te estoy animando a que dejes de hacer favores o que vayas a lo tuyo a todas horas!
Para nada.
Simplemente es que empieces a ser libre, siendo tú quien elija de forma justa cuándo sí y cuándo no cedes, cuándo cuidas a los otros y cuándo te das a ti primero lo que necesitas. Que empieces a ser flexible, sabiéndote capaz de marcar y respetar tus barreras, valorando en cada momento si las mantienes o las suavizas.
Y también te invito a que pienses los motivos por los cuales no marcas límites, qué miedos e inseguridades puede haber detrás.
Descubrirlo te dará muchas pistas para desbloquear esta tendencia nociva que, como veremos a continuación, te puede hacer mucho daño.
25 PELIGROS DE NO MARCAR SANOS LÍMITES:
Los peligros que puede entrañar en tus relaciones el no marcar límites (o no hacerlo de forma firme y consistente) son que:
1. Los demás no te respetan, o se aprovechan de ti
Enseñamos a los demás cómo deben tratarnos a través de lo que permitimos, de lo que bloqueamos y de lo que fomentamos.
Si siempre cedes con una sonrisa en la boca; si siempre dices “no te preocupes, no pasa nada”; si (aparentemente) no te molestas ni te enfadas nunca,…. entonces les haces creer que no hace falta respetarte.
Por desgracia, hay muchas personas que van testando los límites ajenos para ver hasta dónde pueden llegar. Creen que se pueden aprovechar de quienes tienen un corazón cálido y blandito, de quienes son amables, flexibles y comprensivos, porque no les van a confrontar.
2. Haces que los demás se crean más importantes que tú
Si no honras tu tiempo, tu cuerpo, tus intereses, tus propiedades, etc. les estás transmitiendo el mensaje de que no te quieres, que te sientes menos importante y valioso que ellos.
Y todos tendemos a tratar a los demás del modo en que se tratan a sí mismos.
Sin querer les estás diciendo “a mi no hay que respetarme, porque ni yo mismo lo hago”
3. No recuerdan que tú también tienes necesidades
Mucha gente no es que sean “conscientemente aprovechados” como tal, pero sí que se mal acostumbran rápido.
No saben (o no recuerdan) que las relaciones deben ser equilibradas y que debemos dar en la misma medida que recibimos.
Así que estas personas “se dejan querer”, reciben tus favores y cuidados sin pararse a pensar que tú también tienes tu vida, que no siempre te tiene que apetecer estar ahí para ellos, y que tienes derecho a cuidar tus propios intereses.
4. Sienta precedente para el futuro
Si tus relaciones se basan en favores, puede que sin querer firmes contratos tácitos e inconscientes.
Es decir, habitúas a la otra persona a que siempre haces algo por ella.
Y seguramente el día que decidas dejar de hacerlo, os costará mucho (al otro le resultará difícil entender y aceptar tu cambio de actitud; y tú seguramente sientas una gran culpa, como si le estuvieras traicionando o fueras injusto)
5. Técnica del pie en la puerta
Esta táctica pueden utilizarla las personas manipuladoras (intencionada o inconscientemente) para sacar lo que desean de ti.
Primero te harán una petición pequeñita, a la que seguramente accedas de buen agrado. Pero después vendrá una demanda más grande, o que requiera mayor compromiso por tu parte (y que es lo que realmente querían obtener).
Así consiguen que te sientas en el compromiso de hacerlo. Porque si accediste una primera vez, ¿por qué te vas a negar ahora?
Por eso, recuerda que es más fácil controlar los límites desde el principio, o ir alternando favores con negativas sutiles.
6. Aprenden que te pueden manipular
La dinámica en la relación va siendo cada vez más abusiva, y sacan la conclusión de que pueden lograr lo que quieran de ti si consiguen hacerte sentir culpable, responsable de su bienestar, en el compromiso de agradarles o de cumplir con tu palabra.
7. Puedes atraer a personas tóxicas y narcisistas
Este tipo de personas manipuladoras tienen una especie de radar para las “demasiado buenas personas”. Son auténticos vampiros emocionales de los que es muy difícil librarse (incluso pueden acabar destruyendo tu vida y tu autoestima).
8. Puedes terminar generando tiranos
A veces se nos olvida que en verdad, hacer un favor es un regalo.
Entendamos “favor” en sentido amplio (ayudar, escuchar, apoyar, prestar atención, cuidar al otro,…)
Es algo que decidimos hacer voluntariamente, invirtiendo nuestro tiempo, dejando de hacer otras cosas para facilitar física o emocionalmente a la otra persona.
Incluso aunque lo hagamos cada día, sigue siendo un regalo, no una obligación.
Pero si el otro lo recibe siempre, independientemente de las circunstancias y de lo que haga por merecerlo, se olvidará de que es un privilegio y se acabará mal acostumbrando.
Se creerá que está en su derecho de recibir ese trato de favor, que es algo que le corresponde por derecho, e incluso termine exigiéndotelo, sin empatizar ni tenerte en cuenta.
Piensa en el típico adolescente que nunca ha recibido un “no” de sus padres, que siempre lo tiene todo fácil, que no sabe gestionar la frustración, que no tiene que ayudar en casa,… ¿Cómo les habla, cómo les trata?
9. Atrofias a los demás
Cuando haces continuos favores a tus seres queridos y siempre estás ahí para salvarles el pellejo, puede que sin querer se estén convirtiendo en personas comodonas. Y peor aún, que no desarrollen habilidades.
Sé que tú lo haces con toda la buena intención, para que tengan una existencia más fácil, placentera y despreocupada. Pero sin querer, les estás quitando oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Imagina una madre o padre que se encarga de lavarle la ropa a su hijo recién independizado, va a su casa cada día a hacerle la cama y a rellenarle la nevera con tuppers. ¿Crees que ese chaval va a sentir la necesidad y la motivación de aprender a cocinar o hacer la colada? No tiene espacio de crecimiento, porque ya se lo dan todo hecho.
A veces tenemos que permitir (con todo el dolor de nuestro corazón) que los demás estén incómodos, se equivoquen, tomen sus propias decisiones y experimenten, para demostrarse a sí mismos que son capaces de lidiar con sus asuntos.
10. Generas codependencia
Con todas estas actitudes, si son excesivas o habituales, provocas que lo demás te necesiten y que su bienestar dependa de ti.
Pero sin saberlo, quizás tú también estés necesitando tener un papel protagonista en sus vidas, para así sentirte valioso, imprescindible e importante, porque eso te da un motivo vital, una razón para existir.
Así se generan dinámicas tóxicas que os encadenan mutuamente. No deja de ser una demostración de poder sobre el otro, aunque aparentemente parezca todo lo contrario.
11. Puede que estés forzando las cosas sin querer
Cuando haces favores sin preguntar (a personas adultas que se podrían apañar solas) porque crees que es lo que el otro necesita: puede que aciertes y le venga genial tu ayuda, que no aciertes y le pongas en un compromiso y/o que estés forzando la situación.
Imagina que todos los días apareces en casa de tu vecina con un plato de comida, porque como llega tarde de trabajar, crees que le vendrá bien. ¿Pero y si ya tenía descongelándose un filete, le apetece pedir pizza o no le gusta tu forma de cocinar, pero no te lo dice por no hacerte el feo?
Además, el ser demasiado cuidador o salvador puede provocar que se sientan en deuda contigo, que estén incómodos ante tantos cuidados y sacrificios, y que se sientan en la obligación de devolver el favor, cuando a lo mejor no querían esa ayuda que les has “impuesto”, o no es como ellos entienden las relaciones.
Estás fomentando una relación basada en favores y deudas, que no a todo el mundo gusta. Hay quienes son más independientes o desapegados y sólo quieren contar con la ayuda ajena en momentos puntuales, y está genial así también.
12. Se pueden sentir abandonados, ofendidos y/o poco queridos cuando cambies de actitud
Si tenías acostumbrados a los demás a que la dinámica en vuestra relación funcionaba de un modo, y ahora has decidido abruptamente que esto va a cambiar, no es raro que se extrañen de tu comportamiento.
Puede que la otra persona te note raro, distante, cortante,… cuando antes eras todo lo contrario. Y ante la falta de información, solemos mal pensar y malinterpretar los actos ajenos.
Por eso, si has decidido empezar a ser más asertivo, te animo a que ayudes a tus seres queridos a comprender por qué ahora vas a empezar a priorizarte. Que les facilites el cambio hablándolo, para que sientan que no es un tema personal contra ellos ni porque hayan hecho nada mal -o sí, si es el caso- sino que es un objetivo tuyo de autorespeto.
Estos son los 12 peligros fundamentales que puede tener para con tus relaciones el no marcar límites sanos.
Pero también entraña otros daños para ti mismo, que descubriremos en el próximo artículo.
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