Cómo sostener la culpa tras haber marcado un límite asertivo

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Establecer límites es un acto de amor propio y de respeto hacia los demás. Sin embargo, a veces, después de haber marcado un límite, puedes sentir una gran carga de culpa.

Esa incómoda sensación de haber sido demasiado dura o de haber fallado a alguien… ¿te suena?

A menudo viene provocada por la reacción de los demás, que se sorprenden al ver tu cambio de actitud, respecto a lo que estaban acostumbrados.

Por ejemplo, si por lo general siempre cedes y te amoldas a lo que quieren los otros, o dices que sí cuando te piden favores; pero de pronto decides ponerte asertiva y defender tus intereses, es probable que se asombren.

Y muchas veces pasa que, como no estás acostumbrada a ser asertiva (y lo haces cuando revientas porque ya no puedes más), te sale de forma un poco brusca, o al menos te sientes hostil internamente. Por no hablar del cargo de conciencia por haber incomodado a la otra persona…

Entonces, ¿cómo sostener esa culpa y avanzar con la seguridad de que hiciste lo correcto?

La importancia de marcar límites

Marcar límites es esencial para mantener tu bienestar emocional. Es un acto que define quién eres y qué es lo que permites en tu vida. Es como trazar una línea en la arena que dice: “Aquí estoy yo, y estas son mis necesidades y mis valores”.

Se trata de autorespeto, autoestima y autoafirmación. De enseñar a los demás lo que es importante para ti y cómo deben tratarte.

Esto suena muy bonito, pero sé que sostener esa culpa tras el límite y mantener la serenidad puede resultar muy difícil.

La culpa: una emoción normal y humana

Primero, es fundamental reconocer que sentir culpa es una respuesta emocional común. La culpa puede surgir porque estás acostumbrada a poner las necesidades de los demás antes que las tuyas, y ahora al priorizarte, sientes que estás fallando a alguien.

Pero aquí está el secreto: marcar un límite no es egoísta, es necesario.

El problema es que, para quien no para quien no sabe ser asertivo, priorizarse le resulta egoísta.

Pero piensa por un momento, ¿cómo te sientes tú cuando alguien establece claramente sus limites? Seguramente los respetas (a los límites y a la persona), ¿verdad? Te parece normal, lo asumes sin ofenderte.

Entonces ¿por qué no vas a poder conseguir tú también ese efecto en los demás?

 

Entiende la raíz de tu culpa

Reflexiona sobre por qué te sientes culpable.

¿Es porque has roto una vieja costumbre de complacer a los demás?

¿O tal vez porque temes la reacción de la otra persona?

A veces, la culpa se origina en nuestras propias expectativas o en creencias limitantes que hemos interiorizado a lo largo de los años.

Pero también pudiera ser porque la otra persona ha reaccionado mal,  incluso te está tratando de manipular para volver a salirse con la suya (en este caso, ten cuidado).

 

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Acepta tus emociones

Acepta que sentir culpa es parte del proceso. No la ignores ni la rechaces.

De hecho, agradece que te haya surgido, porque significa que (¡por fin!) estás haciendo las cosas de manera diferente, te estás empezando a respetar y a tener en cuenta. Así que bienvenida sea.

Observa la culpa como si fuera una nube pasajera en el cielo de tus emociones. Esta aceptación es el primer paso para liberar esa carga emocional. Pronto se irá disipando, ya verás.

 

No te dejes manipular

Es muy importante que, una vez marcado tu límite, seas coherente y consistente. Que si dijiste que no ibas a hacer una cosa, te mantengas firme y no la hagas.

Es decir, que no te dejes manipular ni por tu propio sentimiento de culpa -y la incomodidad que éste te produce-, ni por la reacción de los demás.

Poco a poco, todos os iréis acostumbrando a esta nueva versión tuya. Y cada vez te costará menos hacerte respetar.

 

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Ejercicio de PNL: Transformación de la culpa

Vamos a realizar un ejercicio sencillo de Programación Neurolingüística (PNL) para ayudarte a transformar esa culpa en una sensación de tranquilidad y empoderamiento.

  1. Encuentra un lugar tranquilo: Siéntate cómodamente, cierra los ojos y respira profundamente unas cuantas veces. Relaja tu cuerpo.
  2. Visualiza la situación: Imagina la situación en la que marcaste el límite. Revive el momento en que lo hiciste, observando todos los detalles.
  3. Identifica la culpa: Nota dónde sientes la culpa en tu cuerpo. ¿Es un nudo en el estómago, una tensión en los hombros? Dale una forma, un color y una textura a esa sensación de culpa.
  4. Transforma la culpa: Ahora, imagina que puedes tomar esa sensación de culpa y moldearla con tus manos. Cámbiale el color a uno que te haga sentir calma, como un azul cielo o un verde suave. Suaviza su textura, haciéndola más ligera y menos densa.
  5. Reemplaza la emoción: Mientras haces esto, repite para ti misma: “Estoy segura de mis decisiones. Marcar límites es necesario y saludable para mí. Me permito sentir paz”. Imagina cómo esa culpa transformada se disuelve en una sensación de tranquilidad y seguridad.
  6. Respira profundamente: Inhala profundamente, visualizando cómo esa nueva sensación de paz llena todo tu cuerpo. Exhala, liberando cualquier residuo de culpa.
  7. Agradece y abre los ojos: Agradece a tu mente y a tu cuerpo por permitirte este momento de transformación. Cuando estés lista, abre los ojos.

Reafirma tu decisión

Recuerda que marcar límites es una señal de respeto hacia ti misma y hacia los demás. Es un acto de amor propio que fortalece tus relaciones y te ayuda a mantener tu bienestar emocional.

Los límites son imprescindibles, ya que ayudan a dejar las cosas claras entre vosotros y os ayuda a comprenderos y comunicaros mejor, de forma más auténtica. Además evitan confusiones, malentendidos y resentimientos que puedas ir acumulando.

La culpa puede ser una señal de que estás creciendo y cambiando viejos patrones, lo cual es algo positivo.

Afrontar la culpa tras marcar un límite no es fácil, pero con práctica y autocompasión, aprenderás a sostenerla, transformándola en una señal de tu fortaleza y compromiso con tu bienestar.

¡ÁNIMO!

Un abrazo,

Ainoa

 

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